jueves, 1 de marzo de 2012

LA HE PILLAOOOO.

ULTIMOS DIAS EN TAILAND  



Mi transito por Tailandia fue fugaz, ahora toca la hora de la verdad cuando surgirán multitud de problemas con el idioma, las costumbres y con otro abecedario imposible de entender, con largas  distancias que llevaran a escenarios aislados donde espero encontrarme cómodo. Atravesé unas pequeñas cumbres sin demasiadas pendientes, pero sin demasiado tráfico así que el pedaleo era muy cómodo. En los mercados nocturnos  de los pequeños pueblos tailandeses donde  me quedaba a cenar, la gente me miraba extrañada como  si hubieran visto un equilibrista borracho, deambulando por un complejo escenario sin red. Después de varios  días pasando por  pueblos con extraños nombres  Pong Chi, Phu Rua,Nam Som,  llegué finalmente a Nong Khai, ciudad fronteriza,  donde  paré un día  para ver un bello parque, lleno de esculturas gigantes de inspiración hinduista.  A la mañana siguiente volvía el trámite del sello y visado, típica rutina.
Entraba en la capital de Laos, en el mismo lugar donde hacía dos  meses había llegado con mi bicicleta. Antes de llegar al centro de la ciudad hice una parada en el consulado de China donde dejé allí mi pasaporte para que me estamparan la pegatina de la Visa. Por cierto las informaciones que tenía anteriormente de que te daban en Vientiane la Visa para 3 meses, no era cierto. La Visa era para  un solo mes, extensible a dos más. En la capital tuve que esperarme seis días, porque los del consulado tardan cuatro días para extenderte el visado y  en medio se me había colado  un fin de semana. No hubo más remedio   que  esperarse. Otra vez no me sucederá lo mismo, es preferible pagar más para que te la den en un día. Pagas casi el  doble pero te compensa,  sobre todo si  antes ya habías visitado la ciudad.

Abandoné la ciudad pasado los seis días, a eso de las 10 de la mañana después de recoger la Visa en la embajada China. La ruta era plana, no corría ni gota de aire y el sudor era la rutina en mi cuerpo. Al  sobrepasar los 80 km de ruta, la cosa cambiaba. Los pueblos, más bien aldeas, estaban aislados aunque la carretera pasara por  medio de ellos. La gente aferrada a sus antiguas costumbres, vivían la vida con la paciencia de  esclavos. Anclados en mosaicos de tradiciones  donde afrontan la  vida  mirándola a la cara, riéndose por cualquier cosa y transmitiendo esa felicidad en  su multitud de  pequeños gestos. Las tiendas donde me reponía, eran diminutos colmados donde tienen alimentos envasados, bebidas azucaradas, cerveza y toda clase de cosas deshidratadas. La gran maravilla, son los mercados locales donde campesinos y ganaderos ofrecen sus productos. Las reinas son las verduras teñidas de todos los colores posibles, muchas de ellas por cierto  desconocidas en occidente. Frutas tropicales dispuestas en grandes cantidades, colocadas en filas amontonadas formando pequeñas estructuras piramidales, llaman la atención por sus colores llamativos y gustos sorprendentes. Las carnes  ya son otra cosa, esperan a ser vendidas, reposando en la sombra, intentando ser atacadas por moscas que  en su vuelo  tienen que  esquivar  el viento generado por un ventilador o  la bolsa de plástico que va agitando  de vez en cuando la mano de la paciente carnicera.
En día y medio llegué a Vang Vieng donde todo estaba igual que hacía cinco años atrás. Turistas haciendo tubing, bares proyectando  series americanas en grandes pantallas y todo congregado en un par de calles. En la ciudad solo pasé una tarde. Hacía varios años que había visitado los alrededores así que  nada incitaba  a quedarme.
Dejé Vang Vieng con síntomas de haber pasado el carnaval, o al menos eso me pareció, al ver algún descantillado durmiendo con su amiga, la botella, junto con unos harapos de papel y cuatro telas estropeaas. Comenzaba la mañana tomándome una sopa junto a un abuelo fumándose su cigarrillo matutino. Con el cuerpo un poco más templado  comenzaba bien  la marcha, sobretodo porque el terreno era  plano. La temperatura era fresca y las piernas iban a tope hasta que fui encontrando varios ciclistas en dirección sur. Yo por mi parte hacia el  norte, como indica aguja de imán. Mientras iba encontrándome pueblecitos entre subiditas y repechones. La gente brutal y los niños al verme se ponían en línea extendiendo  sus brazos para que chocáramos  nuestras palmas. La carretera al final de etapa me guardaba una sorpresa, una subida de esas que nunca se acaban, a cada curva se veía la siguiente y nunca se intuía el fin. Por poco no llegué a Phou Khoun, me faltaron unos 10 kilómetros, pero el lugar  donde me detuve era precioso. Me faltaron esos minutos no perdidos, hablando con los ciclo turistas que  al final se convirtieron en horas. En lo alto de un mirador planté la tienda. En el lugar había un restaurante donde paraban los autobuses que conducen a los turistas por la Nacional 13.
Con que era la hora de atardecer no se veía a mucha gente y el restaurante cerró. Cené con los trabajadores del restaurante en el interior de la cocina, compartiendo la comida con conversaciones a medio entender. No me dejaron pagar nada,  y eso me  hacia sentir incomodo ya que tuvieron que cocinar varios platos porque de tan picante que pusieron, mi boca no  los podía comer. Solución, saqué mis trucos de magia y se fueron a dormir con una risa impregnada en sus rostros. La noche era fría, pero el cielo era perfecto. La luna estaba llena de fuerza y dibujaba una circunferencia perfecta. Mi frontal no  podía   hacerle sombra por lo que me dejaba guiar por sus reflejos. La putada era que toda la ropa de ruta estaba empapada en sudor y solo se me secó una pequeña parte. Por la mañana el lugar apareció lleno de niebla, aunque el viento rápido la acompañó a otro lugar. En pocos kilómetros hice una parada en el  pueblo para desayunar y aprovechar los primeros  rayos de sol para secar todo lo mojado. Allí fui conociendo ciclistas que iban en dirección contraria a la mía. Coleccioné varias tarjetas de personas que me pueden ser útiles en el país vecino. Después de la pausa, volví a los pedales. Una suave bajada me ponía los pelos verticales y al poco rato todo continuaba igual. Subidas y bajadas serpenteaban por el  montañoso paisaje.
Aquí me encontré otro cicloturista, con este fluía mejor el lenguaje. Era un bombero catalán de la brigada de Barcelona, con el que nos intercambiamos información y después de una larga pausa continuamos nuestros caminos. Iba venciendo desniveles en medio de la vegetación donde, de vez en cuando, aparecían esos poblados dispersos donde las casas estaban hechas con cañas de bambú. Las construcciones eran básicas y carecían de cualquier comodidad. La gente, muy humilde, iba saludándome e intentaba comunicarse con las carencias y dificultades de ambos interlocutores para entenderse. Cada casa estaba plagada de criaturas que rondaban por todos los caminos experimentando  el juego de la vida. Esa tarde llegué a un pueblo donde había un hostel, pero después de cenar planté mi tienda en el patio de la escuela. Al día siguiente comenzaba con una bajada larguísima, donde la bici se envalentaba con la inercia del  metal. Después en medio de infinitas subidas y cortas bajadas me quedaba poco para llegar a Luang Prabang. Mi Gps indicaba que los últimos kilómetros eran planos con un solo repecho a pocos kilómetros antes de la ciudad. Planeando siguiendo el sinuoso rio, comenzó a nublarse mi  visión. Paré, limpié mis gafas y continué ciclando. El sol pegaba fuerte y comencé a ver otra vez de manera borrosa. Algo pasaba, el problema no estaba en mis gafas. Paré a comprar agua y  viendo que me mareaba, puse sales minerales  en el transparente líquido  para compensar la pérdida de electrolitos. Bebí un litro y comencé a encontrarme mejor. Fui tirando pero entonces el repecho siguiente me sacó de mis casillas, tuve que parar un par de veces y tomar aire. Estaba en los extremos de algún  limite que había sobrepasado así que me tomé un M150 (bebida parecida al red bull).
También comí plátanos intentando compensar el potasio perdido. Estaba como un boxeador a un solo golpe antes de ser noqueado. No sé que me pasaba porque físicamente mis piernas iban sobradas pero no estaba pa ostias así que rápidamente cuando llegue a la ciudad  me agencie una habitación en una pensión. Después de ducharme noté que el sol me había dado en la cara pero era extraño que me provocara esa sensación que me rondaba por el cuerpo, porque hice varias paradas bebiendo las ricas bebidas azucaradas y me iba aplicando en mi piel crema solar. Con no mucha hambre, fui a comer y después me cobijé en mi cama a reparo del exceso de radiación. Por la noche cena de precaución, sopa de arroz y al sobre. Por cierto tenía algo de fiebre así que me tomé un paracetamol. Durante la noche tuve que hacer varios viajes al baño estilo turco. Al día siguiente   cambie de hospedaje, se avecinaban múltiples viajes al inodoro y no era situación de ir subiendo y bajando escaleras camino de dos baños compartidos que podían estar ocupados en el momento del  crucial del desagüe. Instalado en la nueva Guest house en una habitación con toilet inside comenzó mi diarrea, unida a sonidos de gases pestilentes. Después de ir haciendo viajes esta vez en un roca, me fui a comer suave. El resto del día estaba destrozado  estirado en la cama de la habitación. Al tercer día, por la mañana, parecía que me encontraba mejor así que tome arroz hervido y me atreví con una tortilla, …cagada.
Al cabo de un par de horas comenzaba mi pesadilla. Me desperté de la cama y la taza del inodoro no se despegó de mi culo durante varias horas. Me sabía de memoria los 5 pasos que había desde mi cama hasta la taza. A media tarde tuve los primeros calambres en los instentinos. Hubo un par que fueron tan fuertes que me caí al suelo de la habitación. El agudo y fuerte dolor me sorprendió. Mis músculos  se tensaron sin que yo lo autorizara, comencé a retorcerme y a encorvarme. Mi   espalda se curvó como la del gato preso de pánico ante la mirada de sabueso agresivo.  Me quedé paralizado esperando que volviera a tener el control sobre los músculos de mi cuerpo. Estaba tan enganchado que mi mandíbula apretaba con tal fuerza y de tal manera que no podía  ni gritar.  Los vómitos i nauseas comenzaron a superponerse con los movimientos abdominales. La  situación iba empeorando y por mi cabeza pasaba una horrible pesadilla.  Ya no me quedaba nada de nada en mi interior pero el cuerpo intentaba sacar algo. Cuando no pude más y viendo que la situación empeoraba, llamé a la compañía de asistencia  en viaje.  La atención telefónica al principio fue  bien, seguí sus instrucciones pero aquí no venia ni llamaba nadie, cuando volví a llamar me enviaron un  e mail  donde recibí información. El problema era que era imposible contactar con el corresponsal de la asistencia en Louang Phrabang. Cada vez estaba peor y decidí irme por mi cuenta al hospital, en tuk tuk, aquí en Laos no saben lo que es una ambulancia. Hecho un trapo, con el cuerpo hecho polvo, saliendo agua casi transparente por mi ano  y con sensación de mareo y ganas de vomitar, me voy  a las emergencias del hospital. Cuando llego y veo el lugar, rio pa no llorar. Mareado, caminando medio encorvado, deshidratado, a punto de que mi cerebro sufriera un crash, me vienen ganas de ir al baño, así que pregunto y me indican.

Mientras voy hacia el lugar indicado, veo como las paredes, pasillos, techos etc. están de ese color que solo lo poseen esas pinturas que llevan años allí, soportando el peso de varias  capas superpuestas de suciedad que van amontonándose al paso de los tiempos, como los antiguos bares de pueblo, donde antiguamente  solo se pasaba la escoba. Bueno, llego a los baños y otra sorpresa me esperaba  en los urinarios, los wáteres eran turcos. Hasta aquí pensareis que mierda  de sorpresa, pero es que lo que no he dicho es que no había ni puerta, ni muro, ni separador ni nade naaaa, era como un loft. Por mi parte sabia que en China  los lavabos van de ese palo, pero me sorprendió verlo en Laos, era mi primera vez. En posición medio arrodillado me pongo a vaciar lo que puedo, mientras a mi lao hay otro tipo igual que yo, enfrente tengo a dos jóvenes meando y uno peinándose en el espejo.  Salgo ya cagao  del baño y voy a preguntar dónde está el doctor. Un hombre con algo parecido a una bata se me acerca y  le  explico los síntomas que presento. Luego hace que siga a una  enfermera que me pone en un cuarto, me toma la presión y la temperatura. Al estirarme en la camilla comienzo a encontrarme mejor y pienso…  en mal lugar he ido a parar. Al cabo de unos minutos viene una doctora que le repito mis síntomas, me ausculta y examina. La doctora me indica que había de tomarme antibiótico, agua con suero oral, unos sobres para el mal abdominal y unas pastillas para los calambres. Diagnostico gastroenteritis.

 La Sra  Me da la opción de quedarme en el hospital o irme al hostel. Visto lo visto preferí irme al hostel aunque iba arrastrándome como una colilla  medio consumida. Antes tuve que pasar por caja y por la farmacia del hospital a comprar la medicina, menos el antibiótico ya que poseía unas cuantas dosis en mis alforjas.
Tuve que retornar al hostel sentado en el asiento de una moto de un joven que quiso ganarse dos dólares para hacer los 4 kilómetros que había hasta mi albergue. Porque allí no había ni tuc tuc, ni taxis, ni na de na, es lo que tienen los países del tercer mundo, es otro mundo, válgame la redundancia. Por cierto todo esto a oscuras, rodaban las 20:00 horas y por aquí  hacía rato que había las penumbras de la noche. El chaval alucinó,  me arrapaba con mis manos a su cintura y espalda para no caerme, debía pensar que era maricón, pero estaba tan  débil que no tenia opción quería agarrarme donde fuera por si me desvanecía. Al llegar al hostel me tomé la medicación y como mano de santo noté una mejoría nada más tomarlo. Supongo que fue sobretodo porque el paracetamol me quitó la fiebre.

Al día siguiente, por la mañana notaba como volvían algunos síntomas de malestar, fue entonces cuando me di cuenta que era la hora de volver a tomarme la dosis de medicamentos. Esa misma mañana recibí una llamada de la aseguradora informándome del procedimiento  para reembolsarme el coste que había pagado por la intervención. También se puso en contacto con migo el corresponsal de la ciudad que tiene la compañía y vino a verme al hostal. Los días siguientes los pasé recuperándome tumbado en la cama.S


Siempre me he guiado por mis sensaciones y ahora mismo no es que sean muy optimistas. Llevo 13 días tomando antibióticos para acabar con lo que los médicos me diagnosticaron como gastroenteritis.  Esos medicamentos me pararon la diarrea ipso facto, pero por lo demás todo continua igual. Mi cuerpo cada día se va debilitando mas, mi barriga presenta movimientos extraños provocándome una sensación de incomodidad. Como únicamente sopas de arroz con pollo y a veces me he de forzar. Bebo agua de coco y como varios tipos de fruta. Mis heces son blandas y tienen un color amarillo limón. A veces tengo nauseas aunque no llego a vomitar. No salgo mucho del cobijo de m habitación porque si me muevo, noto que me faltan fuerzas. En algunos momentos he tenido algo de fiebre pero más bien escasa. Ayer el corresponsal de la agencia de seguros en Luan Prabang me llevo a un segundo medico para tener una segunda opinión, pero me dijo que continuara igual. Mis sensaciones con el médico no fueron buenas. Aunque me hizo un examen de mi sangre, que por cierto estuvo hecho en 5 minutos, no me aporto nada. Únicamente dijo que mi sangre no estaba infectada y que continuara igual hasta que  se me acabaran las pastillas que llevaba, me quedaban solo 4. No sé, pero si hubiera visto por parte del médico detalles de profesionalidad para descartar posibles causas de mi malestar, como analizar mis heces o hacer algún cultivo con mi sangre, hacerme preguntas más concretas etc.. Pero claro, esto es mi opinión y estoy en Laos, uno de los 100 países más pobres del mundo, no le puedo pedir peras al olmo. También le comente si podría tener algún parasito o algún tipo de bacteria, pero la contestación fue un rotundo

No basándose en esa analítica hecha ipso facto. Yo no soy médico y no suelo visitarlos mucho ya que rara vez caigo enfermo, pero si por alguna razón he necesitado de su ayuda, siempre he observado cómo se basan en el análisis acurados para ir descartando posibles causas. Por mi parte se me acaba el Visado de Laos la semana que viene y no creo que el uso del Ciprofloxacin 500, acabe con lo que se me ha introducido en mi ya que sistema digestivo, visto lo ya que durante estos 13 días no he visto ninguna evolución. No quiero tomar una decisión condicionada por lo que me está pasando e intento ser lo más objetivo posible, pero si viendo los medios sanitarios que disponen en laos y sobretodo observando la NO EVOLUCION de mi problema no es grato ser optimista. Mi cabeza, como mi cuerpo están en caída libre y ls engranajes parecen atrofiarse cuando el cuerpo, escaso de fuerzas no quiere moverse. Uno entra en una rutina desesperante donde únicamente debes dejar pasar el tiempo esperando intuir algún síntoma de mejora. La agonía de estar tumbado en el  colchón con la cabeza mirando el techo de la habitación, a veces funcionando y otras no, juega un pulso con la mente intentando autosugestionarse para acortar lo largo que se pueden hacer los minutos. Ahora entiendo un poco más el concepto del símbolo . Al final después de estar discutiendo con los gestores telefónicos de la compañía de seguros me trasladaron a Bangkok para que me hicieran las analíticas correspondientes. En el hospital decidieron hospitalizarme y rápidamente me pusieron suero vía intravenosa. Como el cuchillo a la cuchara, así era la diferencia entre los hospitales de Laos con los de Tailandia. En el país pobre, la suciedad se podía recoger con cuchara mientras que en el de su país vecino, ni el cuchillo podía rascar una pizca de suciedad del inmaculado centro hospitalario. El trato sanitario en Tailandia fue exquisito y después de un día y medio hospitalizado me dieron el alta. Aunque parecía que estaba bien, me encontraba flojísimo así que decidí quedarme una semana más en Tailandia para comer proteína y acabar mi recuperación. El sitio elegido fue una bonita playa.. 
En estados febriles, cuando tu cuerpo está debilitado por diferentes causas, la soledad acentúa tu incertidumbre. Tu razonamiento se vuelve inmaduro, condicionando tus decisiones. Tu procesador instalado en el cerebro se sobrecalienta analizando incorrectamente los inputs recibidos terminando ofuscando la verdad más objetiva. Soñando temáticas extrañas repetidamente que nublen mis sueños. Las sabanas y cojines se tornan amarillos por las gotas atrapadas en el transparente algodón. Por la mañana tocaba ventilar la habitación de ese olor rancio. Únicamente las largas duchas, junto a los aromas de los geles de baño, me daban momentos placenteros. Las sensaciones percibidas por mi olfato me transportaban en medio de campos de azules lavandas.


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