miércoles, 19 de diciembre de 2012

DE VUELTA.




Aun recuerdo ese momento cuando en dos segundos vi el sueño de mi vida, donde la muerte toma apariencia de precipicio. Un manillar descontrolado, guiado por unas ruedas sin dirección me empujaban al agujero. La noche no era mi aliada y los leves espasmos de las estrellas no podían guiar mis ojos. Mi cerebro no pudo captar lo sucedido, no entendía nada, pero el dolor me abrió mi mente. Gritos maldiciendo mi estupidez inundaron el silencio de la noche. Colgado por mi pierna derecha, estaba suspendido en el aire a punto de seguir el mismo camino de la motocicleta.
Todo queda a otro nivel, cuando te enfrentas a tu fin. Chutes de adrenalina impulsan los glóbulos a sentirte más vivo. Una euforia momentánea y ficticia te hace olvidar el dolor que paulatinamente se va enfriando,  el cual  en días posteriores te ira  recordando que estás vivo. La carne raspada por el asfalto cuece como si un alien  hubiera vertido un  poco de su sangre  en mi  piel. Los huesos amansados por el impacto, parecen olvidar su función. No consigo que mi cuerpo responda, mi cabeza ve unas sombras de helicópteros que van dando vueltas, hasta que unos franceses logran salvarme de caer en el precipicio del barranco.
Así  es como acabó mi último viaje, jugando sin tener una buena mano en el juego de la vida. Ahora comienza otra partida, con  nuevas cartas a repartir.



CHINA

La gran potencia, aparece como  una luz de  sombras  que van iluminándose en un gigante escenario donde ella pone las normas.  Lejos queda  de mí esa   imagen  que proyecta, allá en nuestro país, el pequeño comercio chino, donde todo parece fabricado para tener un solo uso. El potencial de este asiático país es gigantesco, todo está hecho a gran escala y da la impresión que el empuje de esta gente se nos va a comer si es que aun no lo ha hecho ya.


HONG KONG

El inicio de nuestro viaje comenzaba en esta gran urbe. El equipo A estaba formado por Varela, alias Almodóvar, el Tala, alias el Rompe cantos, J.Tomas, alias el  Enano, Jordi Cuní, alias Aprendiz a fotomatón y  el Xipi, alias el que no pierde nada.  Íbamos a dedicar todo este viaje  a la práctica de la escalada en diferentes ubicaciones del sur este de China.
Nada más desembarcar del aeropuerto pisamos una tierra inconexa, envuelta de mar. Conectada por largos  puentes volados en el vacío  mediante hilos de acero, donde  sus  sombras proyectan  el  miedo  a la altura. Al acercarte a la ciudad, te  va sorprendiendo el paisaje que forman  grandes edificios que parecen  jugar al  juego del mono poli.  El tablero de juego parece estar repleto de rascacielos  y a cada lanzamiento de dados, seguro que te toca caer en alguna casilla donde te espera la visión de un escaparate o la entrada de un centro comercial. Todo esta iluminado con  luz artificial, proyectando  el dorado brillo de famosas marcas comerciales que intentan crear en tu cerebro una imagen de lujo. Quieren  hacerte creer por unos momentos que eres  un ser superior o al menos diferente.

En poco rato ya estábamos adaptados a la ciudad, sus medios de transporte son eficaces y rápidamente te llevan al sitio deseado. Tuvimos la suerte de conocer a Tania, una  china, amiga de un amigo común,  J.Ferrer, la cual nos enseñó varias partes de la ciudad y nos hizo el planing de todas las combinaciones que teníamos que tomar para que nuestro viaje por el interior de China fuera más confortable. Esto fue fundamental ya que nos escribió todo el documento de forma bilingüe, en  ingles y chino mandarin …. allí estuvo la clave ya que la gente  del interior del país no tiene ni papa del idioma sajón.
Al segundo día en la ciudad, comenzamos a explorar uno de los sectores de escalada ubicado en la isla de Hong Kong. Su ubicación nos hacía perder más de una hora en superar un elevado desnivel mediante el remonte de unas escaleras mecánicas y su posterior aproximación entre vegetación y estrechos senderos.
 Encima de las paredes, los edificios no parecían tan  altos. Se semejaban  a  colmenas verticales donde se refugian sus habitantes y donde el metro cuadrado sale carísimo, basándose en el juego de la oferta y la demanda.
Esta ciudad me recuerda un poco a Andorra donde no se produce nada pero se vende de todo. El secreto está en la palabra  NO TAXES. Esto implica ahorrarse el 21 por ciento de impuestos en cualquier compra respecto donde yo habito. Así que es fácil caer en la tentación de comprar cualquier objeto.
 En el metro, en la calle, en los restaurantes parece  que una invasión  silenciosa  se ha apoderando  de los  sentidos de sus habitantes. Los dedos parecen hablar por sus bocas  utilizando el alfabeto que marcan las pantallas capacitivas de sus artilugios electrónicos.  Todo el día están con sus teléfonos móviles compitiendo por saber quien tiene una pantalla  más grande.

Aquí los taxis  son de color  rojo y  deambulan en medio de tranvías de dos pisos entre negocios de grandes marcas donde gentes hacen cola en sus aceras para adquirir ¡Arrival new collection!.
La ciudad parece un pequeño estado donde  las tiendas abandonan las calles y se instalan en las plantas de los grandes edificios debido al colapso del terreno. La suciedad parece haber desaparecido como por arte de magia. Calles limpias, sin residuos a la vista, todo impoluto. Únicamente  se ven en las calles, cajas  vacías  de cartón donde antaño albergaban multitud de productos ya vendidos.
La chinas suelen ser pequeñas, pero en las ciudades  quieren abandonar  momentáneamente esa condición y  se convierten en mujeres más altas por unos instantes, calzándose   unos tacones rompe huesos, intentando mantener el equilibrio de un paso harmónico, elegante pero  nada natural y muy incomodo.



YANGSHUO

La segunda destinación escogida fue la población de Yangsuho, pueblo ubicado al sur de Guilin, donde sus ríos y sus montañas  dan lugar a una imagen de postal. Paisaje salido de dibujos manga, donde   Arale y Son Goku han visitado en  alguna de sus aventuras, dichos parajes.
El lugar en principio prometía muchas expectativas que al final por mi parte no lograron cumplirse, debido a la masificación que reúne el lugar.
La belleza del paisaje queda un poco descompensada, debido a la gran cantidad de turistas chinos que invaden diariamente el lugar. Esta multitud de peregrinos trae consigo un mercado anexo de tiendas, locales comerciales, bares, gente que vende cualquier cosa, ensombreciendo un poco la magia del lugar.
Sonidos, voces inconexas llenas de tonos extraños, signos diferentes,  gestos  parecidos pero con significados diferentes. Así es como se nos aparece China una vez abandonada la ex colonia británica donde han quedado grabadas muchas costumbres occidentales.
Casualidades de la vida, hicieron que llegáramos el fin de semana en que había una compe de escalada. Los sectores estaban indicados con carteles y banderas que hacían que la aproximación a los  sectores fuera más cómoda. Lástima que el tiempo en los primeros días no fuera nuestro aliado.

Cada mañana al abandonar la ciudad para acércanos a las paredes, nos íbamos encontrando un paisaje mas rural, donde los campos  semidesnudos ya habían producido su última cosecha del año.  
En los sectores de escalada nos encontrábamos gente occidental y asiáticos practicando la escalada, así que a veces  teníamos que esperarnos  o cambiarnos de vía. Muchos de los sectores del lugar tenían vías tipo gorila. Cantos muy buenos, pero paredes desplomadas que exigían que los músculos estuvieran  preparados para poder afrontar el esfuerzo. Nosotros estábamos más acostumbrados a la placa, así que este tipo de escalada no nos era la más propicia.  En dichas vías necesitábamos ir practicando algunos descansos para poder relajar la tensión acumulada de nuestros músculos.
Varela, que arrastraba una contractura de hacía tiempo, se le  fue complicándose la cosa, hasta que un buen día su cuerpo quedó agarrotado. Tenía la espalda y  cuello enganchados, razón por la que tuvo que medicarse para apaciguar el dolor. La dueña del hostal le indicó un lugar, donde un medico  le aplicó las técnicas de curación locales. Agujas, calor, masajes y demás técnicas hicieron que por arte de magia, el dolor se  fuera atenuando y  todo volviera a ponerse en su sitio.

Mientras trepábamos y el sol nos iba avisando del tempo antes  de abandonar el sector. Luego nos dirigíamos a la carretera principal para intentar parar algún vehículo que nos  retornara a la ciudad.  La carretera tenía dos sectores  tipo queso gruyer. Multitud de agujeros con una profundidad considerable nos destrozaban el cuerpo. Sobre todo cuando nos montábamos en  vehículos de tres ruedas que carecían de una buena amortiguación.  Al llegar al hostal, una buena ducha nos relajaba y activaba nuestra circulación. Más tarde nos íbamos a cenar y podíamos ver  como se divertían los turistas chinos. Bares, con salas pequeñas de baile y con paredes de cristal a base de escaparate, ponían la música a todo trapo para lograr atraer a la clientela.  Al final siempre acabábamos fumando  junto a Jordi un cigarrillo, en el patio anexo de nuestras habitaciones, acompañado de un trago de vino tinto de la bota, recuerdo de Tenerife.





GETU. (Guiyang, Anshun)


 Camino hacia Getu, nos damos cuenta que muchas miradas errantes se fijan en nosotros. Ojos de sorpresa, ojos curiosos, investigan nuestros cuerpos, nuestra piel, nuestra ropa, nuestros redondos ojos. Somos diferentes en un lugar distinto donde es extraño  encajar las diferencias.
El valle del rio Getu, forma un lugar envuelto de montañas donde la morfología del terreno ha sido caprichosa, formando cuevas de gran belleza  de dimensiones inimaginables. La falta de conexión de estas gentes con el mundo occidental hace que la comunicación sea difícil debido al idioma pero su sonrisa en su rostro y su hospitalidad compensa todos los malentendidos e incomodidades que se puedan ocasionar.
El lugar, no tiene infraestructura turística ya que lo poco que se puede encontrar, no reúne muchas condiciones de higiene. Nuestra decisión al final fue la más adecuada. Nos integramos en la vida de una pareja de ancianos, los cuales nos cocinaban y atendían nuestras necesidades. La pareja regentaba un pequeño comercio, con cuatro cosas básicas. El hombre de la casa  nos hablaba en monosílabos. Bastaba solamente con decir un jaa o joo , y con esos dos tonos nos comunicábamos. Era simple pero muy eficaz y si no, tocaba practicar el idioma de los sordos, aunque aquí los gestos traen bastantes confusiones.
En la tienda, los dulces eran de falsete. Los caramelos debían ser light y los yogures tenían sabor a soja, menos mal que la coca cola podía enmascarar la ausencia de azucares que me pedían mis encías.
Las instalaciones del lugar eran mínimo de tres estrellas, cinco habitaciones a todo lujo, con 3 baños compartidos. Uno de ellos super lujoso, con el suelo con surco para que el agua circule y evacue. Ducha con agua a presión atmosférica. Altura del tubo unos tres metros y agua caliente en modo termostático, o sea,  si durante el día  sale el sol por la tarde habrá algo de suerte. Los otros dos lavabos estaban encima de la coralina del cerdo de engorde, anexado a la cocina y eran  de la marca kaka de luxe.

Fue casualidad pero coincidimos con un grupo de rusos, que estaban en el lugar para realizar unos saltos base desde diferentes localizaciones de las montañas más altas del valle. Ver como saltaban de lo alto de la cueva fue bonito, sobretodo el primer salto donde el piloto del paracas apuró  su abertura más que los demás.
En el mundo rural la vida no transcurre siguiendo las normas  inventadas por la  electricidad. Los   trenes, buses y  tranvías de la ciudad van desplazando a las gentes a sus puestos de trabajo. Ahora en el campo,  al despertarnos con el canto del gallo,  todo va a otra velocidad.  Esperamos a que las sombras  del fondo del valle sean desplazadas por el sol. Los rayos del astro comienzan a calentar el aire y las gentes comienzan a gestionar las tareas que precisan los cuidados de animales y plantas. Mientras, las gallinas, patos, gansos, vacas, cabras van encargándose de las tareas para limpiar el medio rural.


Los días fueren transcurriendo y nuestra constancia y dedicación comenzaron a dar resultados. Las largas sesiones pegados a las paredes hicieron que pudiéramos afrontar con garantías vías de  mayor dificultad.  La gran variedad de sectores deparaban tipos de roca diferente provocándonos  que cada día fuera diferente. Chorreras,  bavaresas, fisuras, desplomes, techos, pulish, gotas de agua, pianos, regletas iban moldeando nuestra técnica. El dolor no es gratuito y a base de esfuerzo,  los músculos, tendones y  articulaciones iban templándose  hasta que nos daban señales advirtiéndonos que  de vez en cuando debíamos descansar.
Nunca en mi vida había escalado tanto y  tan seguido. Eso, al final,  comenzó a dar resultados. Por fin conseguí encadenar dos 6c a vista y probar un 7ª de primero aunque en los pasos claves me faltó fuerza y bastante  fe. Pero eso era bueno, no me hacía nada meterle un tiento a grados superiores, tengo que decir que me sentía fuerte de brazos pero a veces estaba falto de motivación y algo cansado, no sé si era por la acumulación de fatiga o por el tipo de comida que ingeríamos  que parecía no aportar suficiente punch. A los demás miembros del equipo  les pasó lo mismo, el  entreno  dio resultados y todos se sintieron satisfechos viendo la mejoría que provoca la constancia.

Nuestro menú diario fue variado mientras estuvimos en Hong Kong y en Yangsuho, ya que la numerosa diversidad de restaurantes nos  ofrecía infinidad de platos. Pero todo cambió en Getu. Nuestro menú de desayuno y cena era el mismo. Un bol de fideos acompañados de diversos cuencos  de huevo, carne de cerdo,  brotes de soja, verduras, tofu, ajo y cebollino. La comida era buena y uno se acostumbra, pero el cuerpo nos  pedía un extra. Así que un día decidimos hacer una barbacoa. Para dicho acontecimiento compramos costillas de cerdo, setas, oreja de cerdo, huevos y patatas. Por la noche, cenamos  junto una pareja de escaladores franceses y la pareja de ancianos que regentaba el local. El menú consistió en  tortilla de patatas,  carne de porcino a la brasa, salteado de boletus y  oreja……. un verdadero manjar, todo esto regado con  cerveza de arroz y un licor que nos ofreció el hombre de los monosilabos.

De los tres lugares de China donde hemos escalado, sin dudarlo el mejor ha sido Getu. El lugar a parte de la variedad de sus sectores  tiene una ubicación aislada donde aprecias la   esencia de la China rural, donde su evolución nada tiene que ver con las grandes ciudades, donde la vida se mueve  cada vez más a nuestro modo mas occidental.

Una vez de vuelta en Hong Kong solo quedaba quemar los dos días antes de que el grupo se separara, yo me iría a Tailandia para hacer submarinismo y alguna sesión de playa mientras los demás volverían a Catalunya. Pero todo pudo cambiar por un embrujo salido de la melena de una filipina.
Era de noche y junto con los dos Jordis comenzamos a cenar. El lugar era el típico bar local, atiborrado de gente local,  con el suelo multicapa color roña. Techo de chapa reciclada, cocina a la vista, donde los woks  estaban que ardían y las multitudes de ollas sudaban vapores. El cocinero con el pecho descubierto se movía con un leve brillo en el rostro. La luz era amarillenta, dando un tipo de color a quemarropa que hace  que  todo parezca mugriento.  En el rincón del local, una pantalla de TV estaba emitiendo  en directo, carreras de caballos. Chinos, con sus boletos en mano descubren al acto que sus apuestas han quedado reducidas a simple papel. Sueños rotos  por medio cuerpo equino. Mientras, nosotros  comentamos todo lo que ha pasado en el viaje. La boca se seca y  comenzamos a hidratarnos con cervezas. El líquido comienza a deshinibirnos  y comenzamos a  encontrarnos a gustito, tanto es así que el bar se queda vacio. Solo queda el vigilante el cual no nos presta mucha atención ya que cada vez que se acerca parece que le acompaña un  suave perfume de marihuana en sus labios.

Un inciso….. en Getu la cerveza que bebíamos tenía solo 1,5 grados de alcohol y nos habituamos a ella, ingiriendo cada noche al menos un par de litros. Pero en Hong Kong, las botellas de 600cc ya no eran de 1,5 sino de 5,4 grados.  Eso fue un factor que mi cuerpo no estaba habituado. Al levantarme de la silla para ir al lavabo comencé  a experimentar que la fuerza de la gravedad venia de costado, sintiendo una fuerza centrifuga  que quería hacerme caer. Tuve que hacer  equilibrios, como  el mecanismo de una balanza. Mis ojos brillaban sin luz y me sentía tocado. Yo me quería ir a dormir para  dejar apaciguar mi cabeza, pero los dos Jordi  estaban animados y no me querían dejar marchar. Aquí  no tuve más remedio que  realizar la técnica del Xipi. Comencé a ingerir grandes cantidades de sándwich de atún en las puertas de los seven eleven,  a ver, si así  conseguía bajar la intensidad de la fuerza G.
Al final nos liamos, cruzamos la bahía  de Isla Victoria y nos pusimos en HK city. Al bajar del taxi, yo me quería morir. Remolinos y helicópteros unidos a mareos volteaban  en mi cabeza como los satélites a Saturno. Mientras, los Jordi se hicieron colegas de dos franceses que por la patilla nos invitaron a una botella Mackalagan de 12 años. Todo lo que pasó esa noche fue un poco surrealista, supongo que tal como íbamos, las cosas salen solas.  Mientras, yo me anclé en la farola del seven eleven comiendo sándwich y bebidas isotónicas hasta que  J.Tomas me llevó dentro de la disco. La música y algunas gotas del Mackalagan parecieron sentarme bien. La música era en directo y dos grupos filipinos tocaban temas a nivel profesional. Sin darme cuenta estaba bailando con una asiática pero me sentía fuera de lugar. Parecía como si mi alma no quisiera seguir a mi cuerpo, parecía encontrarme en otra dimensión.
Sin percatarme de nada, al cabo de varias horas, sin darme cuenta, estaba en el borde de una acera con la filipina. 
Estaba desubicado, intentando saber lo que pasaba. Mi sorpresa fue ver que eran las 7 de la mañana. Pequeños rayos de luz intentaban colarse entre los espacios de los rascacielos. Con algunos lapsos que no recuerdo muy bien, nos reímos y lo siguiente que recuerdo es que estaba subido al tranvía de dos pisos que circulaba por la Isla.  La morena me iba enseñando la ciudad dando precisas explicaciones. Me cogía de la mano y me protegía en los pasos de cebra de algún loco automóvil con prisas. Sin darme cuenta estábamos en uno de los embarcaderos, viendo la salida del sol y conversando de no sé qué. Parecía una escena sacada de la película los lunes al sol. Todo pasaba a cámara lenta, el metabolismo del alcohol mejoraba la fluidez de mi ingles pero el efecto hangover comenzaba a secarme la lengua y la piel… que os voy a contar. Al final y sin dar más datos de lo que paso después, llegué al hotel, a esos de la 13 o 14 horas. Tuve problemas para localizar la habitación, al final encontré nuestra humilde y estrecha morada donde Varela estaba en fase REM y J.Tomas estaba fase Toilet. Fue tocar las sabanas y las compuertas de mis ojos echaron el cierre. El día paso muy rápido pero todo parecía ir a cámara lenta, así es el efecto que produce el aturdimiento de los azucares alcohólanos. La mañana siguiente toco sesión de compras y el grupo se disolvió como una bomba de humo.  Ellos se iban de vuelta para Lleida y a mí me quedaban aun 12 días.  Mientras, yo había quedado con Lyn, así se llamaba la filipina, pero  tonto de mi, llegué tarde y creí confundirme de lugar. Me supo mal y maldecía mi equivocación pero no podía hacer nada, así que me subí al tranvía y me fui a otro lugar donde ella podía estar. No la encontré, así que tocaba esperarse hacia entrada la noche. Después de cenar, me dirigí hacia el local Amazonia y allí entre multitud de gente, la vi bailando. Juntos, disfrutamos del resto de la noche y parte del día siguiente hasta que los letreros luminosos del aeropuerto indicaban que tenía que embarcar rumbo a Bk. Así me despedí de ella, como la luz de una vela que intenta sobrevivir en su último aliento, robándole un poco más de tiempo mediante una sucesión de  espasmos del liquido elemento. Los días siguientes tocaba sesiones de playa, buceo y más, pero eso es otra historia que ahora no me apetece contar.


Arroz, soja
Te sin galletas
Bol y palillos
farolillos rojos
Pincel, tinta
sillas liliputienses
Gansos y patos
falsos dulces
Pólvora…… y  pim pam pum