viernes, 19 de febrero de 2016

Islas filipinas


Jamas es demasiado. No os parece ? Esta frase suelo repetírmela para recordarme que a veces, el tiempo, carece de valor y uno tiende a recapacitar en ese tipo de  cosas que siempre ha dejado apartadas debido a cualquier tipo de excusas.

Toda persona que se apasiona por una idea, después  trata de realizarla. Mas tarde,  si dicha pasión pierde interés, pasa hacerse obligación y esa tarea va olvidándose hasta que se esconde en algún cajón de nuestra cabeza. Pero, gracias a las experiencias vividas día a día, estas serán mas disfrutables y uno se sentirá mas recompensado por haberlas vivido. He de intentar  que cada momento contenga la promesa del descubrimiento de algo nuevo o diferente. No quiero parecerme a ese tipo de personas cansadas por  multitud de cosas que se les bombardean  a diario sin tener tiempo para disfrutar de los pequeños detalles.

Saltando de isla en isla, me pregunto si podría vivir en una isla de manera permanente . Me suena a priori un poco extraño. Los paisajes paradisíacos me estimulan las sensaciones pero no se si podría aislarme y quedarme el resto de mis días en uno de  estos lugares para siempre. No reniego de lo bonito, pero  la experiencia me indica que el ser humano, al final, suele buscar cambios ya que la rutina acaba destrozando a uno muy  poco a poco. Todo precisa de un proceso de adaptación, que depende de cada persona, así que solo es cuestión de abrirse a lo que nos ofrece este mundo.

Todo puede realizarse, puede que se tarde mas o menos, pero esa es la actitud, aunque aveces uno ha  de ser realista y saber las limitaciones de su proyecto. El calor, junto la intensa humedad  que padezco me van recordando que  los días se hacen cada vez mas largos e  incómodos. El salto entre las diferentes islas, a veces, me acarrea  complejidades técnicas. Algunos puertos son precarios y suelo encontrarme que  las rutas navales han sido  cambiadas. Esto implica moverme a otros puertos y re calcular la ruta. El transitar por las islas fue maravilloso, no tenia prisa y en muchas de ellas  apenas encontraba trafico.

Estas islas, tienen un gran potencial que aun esta por desarrollar. Este factor, juega a mi favor porque encuentras muchos lugares sin que el hombre aun no haya modificado el uso del paisaje. Pude dedicarme a realizar inmersiones y maravillarme de los seres vivos que viven bajo el mar. Las aguas de las islas, son cristalinas y eso mejora la visibilidad que me sumerge a mas profundidad. En uno de esas inmersiones pude conocer un par de chicas californianas, con las que compartí una buena compañía durante un par de días. En cada isla iba encontrando gente interesante e iban surgiendo diferentes historias. Mucha gente se piensa que haciendo estos viajes uno se encuentra a si mismo, no es mi caso, pero en escasas ocasiones  te encuentras  gente a la que te gustaría parecerte.

En el  paso entre dos islas me encontré con un corre caminos filipino. Me arrepiento de haber olvidado su nombre, pero uno de mis muchos defectos es que no puedo  retener  en mi memoria los nombres de las personas. Que le vamos hacer, soy bastante despistado. Dicha persona, llevaba cuatro meses recorriendo su país encima de un monopatín que iba empujando con un largo bastón que le hacia brazo de palanca para poder impulsarse. Compartimos buenos momentos comentando historias vividas, compartiendo información útil para cualquier viajero y experimenté el carácter humilde de los filipinos.

Las islas que visité fueron las siguientes Mindoro, Panay, Negros, Bohol, Leyte, Mindanao, Siargao, Cebu y Palawan. Todas tienen su encanto y lugares increíbles, pero si tuviera que elegir una de ellas para perderme, creo que me quedaría con Siargao. Los recuerdos de todas ellas fueron gratos y me encontré con gente muy amable, con ganas de comunicarse con el extranjero y compartir su tiempo conmigo.


En todas las islas es muy fácil  moverse con la bicicleta, no existe mucho trafico, excepto en la ciudad de Cebu, donde la cosa cambia. La isla de  Siargao, es un lugar famoso por su spot de surf llamado Cloud 9, aunque la isla tiene infinidad de lugares para practicar dicho deporte. Mi experiencia con el surf en dicha isla no fue enriquecedora. El primer día tuve un problema con el reef y me hice varios cortes con el  coral, la cual cosa me hipotecó el resto de mi estancia en mi confortable hamaca. Esos días transcurrieron tranquilos y me dediqué hacer tareas de ayuda en una familia local.Que humildad tiene esta gente, son pobres pero viven con dignidad. Observando esa pobreza, surgen momentos en los que no debes decidir para no traicionarte a ti mismo. Viviendo en medio de tanta escasez  te se abren los ojos  y te das cuenta  que somos muy afortunados, por que sin ser ricos tenemos todo lo necesario para vivir con dignidad.


En este país, pude observar como había iglesias esparcidas por multitud de lugares, recuerdos de una imposición, ejercida `por el afán de los españoles en  colonizar el nuevo mundo. Para mi, la religión es como un cáncer. Unos pocos, se inventan unas normas o pautas,  llamarles como queráis y a partir de aquí, se montan uno de los mejores negocios que existen. Pero valgame la redundancia, lo  que mas me molesta es que los que no somos creyentes, tenemos que proyectarnos una imagen de un ser superior para poder negar  esa metáfora de un ser superior.

sábado, 10 de enero de 2015

FILIPINAS


Prólogo....

Antes de hacer todos los tramites, típicos antes de cualquier viaje, tuve una  entrevista donde se  me aportó una información que me planteaba un problema nada agradable. En mi visita al Centro de Vacunación Internacional en Lleida, una doctora me estuvo  informando de las  posibles consecuencias de haber padecido la enfermedad del Dengue, durante mi ultimo viaje. Este bichito es transmitido por la picadura de un mosquito, que ha estado infectado por el dichoso virus. Sus efectos, pues ya os lo digo yo, que lo padecí en tierras  Colombianas. Fiebres tifoideas en pleno trópico, con temperaturas calentitas. La cabeza en estado de sublimación, los huesos molidos por el tío de la vara y por la puerta trasera evacuación de líquidos. Todo eso te deja hecho puré, por decir una palabra fina porque la verdad, uno acaba hecho una verdadera  mierda. Pero lo pasado olvidado está, y el futuro, según la doctora puede ser peor.  Por que, os preguntareis. Pues porque hay varios tipos de dengue y si el cabrón del mosquito se vuelve a deleitar picándome. Mi cuerpo puede acabar  desarrollando un dengue hemorrágico y ese pinta peor que el primero. Como siempre, en viajes de larga duración, ya se sabe, uno no puede estar enparanoiado todo el tiempo pensando en himenópteros  y al final, algún día se baja la guardia. Así que vuelve a girar la ruleta ......y vayan haciendo sus apuestas al rojo o al negro. Yo juego con lo mínimo, al color negro ya que el rojo no me gusta porque me recuerda el color de la sangre.


MANILA

 Maldito vuelo. Diecisiete  horas volando, haciendo escalas  y esperando en aeropuertos. Otra noche mas sin dormir. Al fin, aterrizo  en mi destino y me aposento en una cama, pero me dedico a jugar al escondite en la habitación del hotel. Harto de esconderme entre los cojines, decido bajar a caminar un poco por la calle y ver los alrededores del lugar. Lo que no veo me hace volver. Pocas farolas y las pocas luces que me encuentro son finos tubos de neón con difusas lineas de color rosa. Por lo que parece, la calle Mabini de Manila, donde estoy hospedado, por la noche se convierte en el barrio rojo de la ciudad. Otra noche sin dormir. No he vuelto a pegar ojo. Por la mañana, los ojos aparecen adoloridos, fatigados, marcados por una estela rojiza de finos tentáculos. Esta vez creo que ha sido uno de los  viajes donde mas me ha costado adaptarme al cambio de horario. Cuatro días necesité para que mi cuerpo pudiera entrar en fase regular.

Manila no es una ciudad, es una mega urbe. La capital esta anexada a un sinfín de poblaciones que han forjado una ciudad donde habitan mas de 20 millones de personas. La urbe no presenta ningún encanto. El denso trafico crea un caos circulatorio, que genera una montaña de esperas donde durante esos tiempos muertos puedes ver como  la suciedad envuelve  en el entorno de las calles. El sistema de alcantarillado esta en algunas zonas desbordado, provocando un olor característico. La instalación eléctrica, parece un telar de arañas fumetas  que se han ido de fiesta. El humo del trafico, irrita los sentidos y  tinta los edificios de una fina película  oscura,  color mugre. 

 Rondé un poco por la ciudad y visité la zona del parque Rizal y la zona de Intramuros, lugar donde antiguamente los españoles alzaron una fortaleza para protegerse de otros colonizadores. Ciclando por el interior de la muralla te haces una relativa idea de como debía desenvolverse la vida en un  antiguo pasado. Pero  siendo sincero, creo que la zona esta bastante descuidada.


En este país, hay un abismo entre las diferentes clases sociales. La mayoría de la población sobrevive el día a día, con lo puesto. En la capital, es donde mas se aprecia este contraste.  Caminando es fácil encontrarse con vagabundos, semidesnudos tumbados en algunas esquinas protegidas de los rayos  del sol o buscándose cualquier cosa que les proporcione un poco de bienestar . En los semáforos de lugares estratégicos, también aparecen niños mendigando. Se apegan a los cristales tintados de los coches, mirando hacia su interior, intentando que alguien sienta empatia por ellos y les de algo de caridad. 


En un principio no quería atravesar la ciudad montado en mis dos ruedas, pero puse un par y me atreví a ello. Solo era cuestión de encontrar las dos arterias que me llevarían a la nacional Mc Arthur, alejándome del bullicio. Tardé aproximadamente unas tres horas en atravesar la ciudad y eso que a las 6 de la mañana ya estaba empujando bielas. La escasez de semáforos hacia que  cada intersección  fuera una encrucijada entre motos, sidecares, triciclos y  demás vehículos. Esto hacia que cada cruce  fuera una experiencia y  que se ralentizara mucho el paso. Al fin abandoné la ciudad pero, las edificaciones paralelas a la carretera no fueron desapareciendo hasta mucho mas tarde.

La primera jornada discurrió en terreno llano, pero me pasé de vueltas. Pedaleé de 6:00 AM a 6:00 PM. El sol lucia fuerte y llegaba a ser  agobiante. El astro rey se hacia notar incluso en la sombra. No paraba de beber, beber, sudar y sudar. Solo consiguieron  pararme los ruidos lejanos de una tormenta, cuando los rayos de la luna parecían  pedir paso.

 El primer día dormí en tierra de nadie, cerca de un pueblo llamado Santa Rosa. Las primeras gotas de lluvia, aceleraron la instalación de mi carpa. La tienda de campaña se convertía en un horno. Mis cuatro paredes parecían un crematorio. Piel mojada, sulfurando hedores de sudor. Gotas haciendo el trampolín por mis codos, nariz y todas mis curvas. Por allá fuera,  cuando acabó la lluvia, comencé a escuchar el zumbido de un ejercito de mosquitos atentos a las posibles aberturas de mi lona. Antes de intentar dormir, tocaba asegurarse de que ningún taladrador alado se hubiera colado en mi aposento. Así que la luz de mi frontal hacia las funciones de faro e imán de himenópteros. Plas, plas, plas.... ya tengo dos marcas mas de sangre en el techo de mi mosquitera. A intentar zzzzz supuestamente a solas.

El segundo día  fue diferente, abandonaba el asfalto y entraba en el Aurora Memorial National Park. Como siempre cuando entras en la montaña, la cosa trempa. Así que apretar los dientes y a sufrir. Creo que el amor existe a partir de cuando pierdes la capacidad de hablar, cuando ni siquiera puedes respirar. Así estaba yo, sin poder expresar ni un solo suspiro, ahogándome en mi respiración, sufriendo el vaho de mi sudor. El secreto estaba en no parar. El dolor solo hace sufrir y normalmente uno aprende a convivir con el, así que nos hicimos amigos. Por la noche, tocó poner otra vez la carpa. El cielo, afuera, estaba cargado de nubes pero fugazmente se veía el brillo fugaz de algunas estrellas. Las nubes se portaron bien conmigo, pero los sonidos de la jungla me dieron algún que otro arrebato en medio de la noche.


BALER


Al tercer día llegué a mi primer destino, la población de Baler. Un pueblecito costero, en aguas del Océano Pacifico, donde se práctica surf. La playa era larguísima y su oleaje estaba bravo. Fijé mi residencia por cuatro días por que mi prioridad era poder practicar surf. Para eso  había venido. Tuve la suerte que ese fin de semana hacían una competición de surf femenino. Hacia calor, el mar parecía llano, pero la cosa rápido cambió.

 Me situé, donde rompen las olas. Oírlas estallar, era como un pequeño placer, como sentir una melodía de una canción que nunca parece  terminar. En ese momento no había nada mas bonito. Intentaba deslizarme con harmonia junto con mi tabla, pero las olas, al romper, esparcían nubes de agua y espuma que me ponían las cosas muy difíciles. Había falta de costumbre y mi tren superior no estaba rodado.  Apareció el dolor. Dolor en el cuello, dolor en mi cabeza, dolor en mis omóplatos, dolor, dolor, dolor, pero a pesar de ello me envolvía la felicidad. Por cierto,  luego llegaron a mis oídos que en esa playa se rodaron las  escenas de la película de Apocalypsys now.




Al cabo de cuatro días abandoné el sonido de la playa y otra vez, sufrí las desorbitadas  pendientes de las carreteras de montañas Filipinas. No había visto rampas tan fuertes desde las carreteras de Alaska.  Me envolvía una vegetación con  hojas frondosas entre las cuales intentaba cobijarme  por que  aquí, la luz es tan brillante que las cañas verdes del bambú se ven blancas sobre el  follaje de la espesa y tupida jungla. Esa misma luz, hace que se me vuelvan a salir unos tatuajes provisionales en mi piel. Su autor, utiliza una fina aguja que no causa dolor mientras hace el dibujo. El dolor de dichas agujas suele venir un poco mas tarde, pero por suerte tengo entre mi equipaje un poco de una crema mágica llamada aftersun.

Después de una jornada durísima entre carreteras curvadas y empinadas, pude llegar a Rizal.  Volví a instalarme en mi carpa y el lugar elegido fue, un patio de un colegio. Eso si, con la autorización previa de sus responsables. Por ahora estoy descubriendo una gran amabilidad por parte de las gentes de este país. En cualquier sitio por donde paso se muestran muy interesados al ver un loco viajando en bicicleta.  Al despertarme de  mi sueño,  me  estaba esperando una fuerte olor a café y una invitación para una amable conversación.

Nunca en mi vida he bebido tanta cantidad de bebida isotónica. Soy mas partidario de beber refrescos con mucho mas azúcar. Que le voy hacer, soy goloso. Pero este verano tuve una larga conversión con Jordi Pares, un compañero de trabajo que posee la carrera de homeopatía. Me informó, que debido a los esfuerzos y necesidades en mis viajes, era importantísimo el equilibrio  entre el sodio y el potasio, como la ingesta diaria de una cantidad  mínima de proteínas. Así que según las circunstancias  que me iba encontrando en el camino, intenté hacerle el  mayor caso posible. La suerte que tuve, es que en todas las pequeñas   tiendas, encuentras Gatorate y plátanos tamaño lilipud.


BANAUE

Mi segunda destinación marcada en mi mapa fue  el  pueblo de Banue, donde se encuentra las terrazas de arroz de la provincia de Ifugao. El tramo comprendido entre  Lagawe y Banaue fue duro, muy duro. Estaba en la Mountain Province. Demasiadas rampas sin escrúpulos. Culote y mallot chorreando sin parar. Piel irritada, sal en mis labios y marcas blancas tintandome la ropa. Me se irritaban los muslos  y en la entrepierna, me salían granos. Todo era por culpa de la  maldita humedad y el intenso sudor. Ni estando parado estabas seco. Menos mal que descubrí el poder de los polvos secantes de la marca Johnsons. Con dos días aplicándome dicha maravilla, se me comenzaron  a regenerar las carnes. La piel volvía a recuperar su color normal y dejaba atrás esas tonalidades rosáceas tan molestas.

Cometí 5 asesinatos, no me culpo de nada. No tengo resentimientos. Volvería hacerlo, no me fallaría el pulso. Me querían robar mi comida, no podía tolerarlo. Estaba nervioso, no flaqueé, aunque al principio estaba confundido en la oscuridad de mi habitación de un lúgubre hostal, donde solo yo estaba hospedado. Cuando apagaba la luz e intentaba dormir, comenzaba a oír unos ruidos sospechosos. Pensaba que serian del piso inferior, pero los ruidos eran continuos y eso me destrozaba la concentración en el  sueño. Pero  algo sospeché, cuando al abrir la luz de mi habiación, todo volvía a la normalidad. Al final uno de ellos, delato al grupo. El ansia mata y una cucaracha gigante  hizo un equivocado  gesto al lado de mi bolsa donde guardo mis provisiones. Chancleta en mano, zas, zas zas. Madre mía, que duros son esos bichos. No se de que estarán hechos. Parecen que sus corazas están hechas de klevlar. Costaba un montón matarlos, el primer  golpe los aturde. El segundo los espachurra un poco, pero se recuperan y vuelven a escaparse. Parecían zombies, se hacían los muertos pero al cabo de unos segundos volvían a correr. Así que zas, golpe mortal en la cabeza, pero aun así seguían moviendo sus largas antenas. Ahh.... por cierto, estos bichos son rápidos, rapidisimos. Fallé en mas de una ocasión, pero los acorralé y no pudieron escapar. Al final pude dormir tranquilo sin oír nada mas, o eso creo. Por cierto generé tal cantidad de adrenalina que no sentí el mas mínimo remordimiento.


Las terrazas de arroz, esculpían los laterales del valle que desemboca en el pueblo de Banaue. Los campesinos habían tejido un entramado de canales para mover el agua entre las superficies que habían tomado prestada de la montana. Gracias a una superposición de piedras habían construido una arquitectura rural a base de levantar pequeños muros de piedra. La visión del conjunto era realmente bonito ya que brotaban  del suelo multitud de colores. Había parcelas inundadas de agua, otras tenían las plantas de arroz cortadas y otras estaban pendientes de la siega.

Estuve un par de días mas, rondando por la zona montañosa central de Filipinas, donde crucé el Bessang National Pass. La experiencia  fue muy dura y se me hizo  larga. Era el último paso antes de volver a encontrarme con un  mar diferente.  Solo veía curvas y mas curvas. La carretera  era cansina y cuando giraba la vista atrás, parecía el cuerpo de una serpiente ondulándose entre medio de pliegues  entre colinas dejadas atrás, olvidadas por un  sufrimiento reciente.

 En este caso cambiaba de costa, abandonaba el Pacifico y aparecía el Mar de Sur de China. La nueva parada, era la localidad de San Juan, en la provincia de La Union, donde aparecía  nuevos spots de surf.


SAN JUAN 

Nada mas llegar, me cambie y me puse a  mover los brazos para situarme en medio del mar. En medio de las olas,  me encontré rodeado de chicas filipinas,  sentadas en las tablas a la espera de  tan deseada ola. Se podían ver  en sus oscuras  espaldas, como surgía un camino trazado de hueso que recorrían su tersa espalda como si fueran perlas emergidas del subsuelo arenoso. Yo me tuve que apartar un poco hacia uno de los laterales. No estaba bien situado, soy aprendiz y rápidamente vi que estaba fuera de mi lugar.

Los días en el mar fueron pasando y  las olas me iban  dando  mas alegrías aunque me obligaban a tomar varios descansos durante el mediodía. La espalda, los hombros y los brazos me pesaban. Sobretodo el cuello, ese si que estaba sufriendo. Es el que se llevaba la peor parte. Aparecieron los primeros moratones y algún que otro corte  producido por una quilla descontrolada. Las olas chocaban contra uno y eso produce que tragues el agua salada, por la nariz, orejas y boca. La espuma parece poco densa, pero es engañosa. Pesa y tanto que  pesa. Su velocidad te revuelca como en una  botella de champan y luego la cola de la ola te centrifuga un par de veces contra el fondo marino. Cuando parece que todo ha acabado, tu boca intenta ansiosamente buscar una bocanada de aire en el exterior. Tu boca, a duras penas, sale del agua y al girar la cabeza zasssss. Ahora viene lo peor. Parece que lo hagan expresamente. Una noria de olas vienen de manera escalonada para  ir chocando contra la cabeza de uno. Parece  que uno vaya a recuperarse pero  la cuerda del lease continua dándote tirones y empujándote hacia la orilla, donde rezas que la tabla no retroceda y te la encuentres de cara o clavada en alguna parte de tu cuerpo. Pero  estos inconvenientes  son pequeñas minucias porque no se puede comparar la satisfacción que produce deslizarte unos segundos encima de tu tablón  en medio de las olas. Por unos instantes tienes la sensación  libertad  y te crees un semi Dios , pero esa sensación es fugaz ya que la fuerza del  mar te vuelve a poner donde te toca a la siguiente ola.


Aquí en Filipinas, la gente tiene el concepto de diversión, diferente del nuestro. Aquí lo que triunfa es el Karaoke. Ya no me acordaba, pero esta situación ya la había vivido anteriormente en países asiáticos. No pretendo ser muy critico, pero no entendía el concepto. Gente poniendo la música a todo volumen, intentando emular a sus estrellas. Muy a menudo se  solía romper el compás de la melodía  con  tonos inadecuados, alimentados por el consumo extra de alcohol.  El sentido del ridículo  es un concepto relativo en función del lugar donde te encuentres y por estas tierras es digamos un poco diferente.



De la Union me fui a la provincia de Zambales, concretamente a San Felipe, para poder hacer surf en otros spots. Fue una decepción, el lugar era bonito pero no había olas. Me hospedé un par de días pero al tercero  abandone el lugar.  El mar estaba plato...... En esta zona parece ser, que las olas entran a partir de Noviembre, hasta Febrero. 

Volvía a Manila, pero esta vez me sabia el camino de entrada, así que todo fue mas fácil. Estuve alojado en la zona cercana a Makati. Menos mal del mapa que llevaba, eso me facilitó mucho  las cosas. En un día y medio me planté en Batangas, lugar que possee un puerto  donde parten multitud de ferrys  hacia las islas del Sur. La primera isla donde me dirigí  fue la isla de Mindoro,  la localidad elegida,   Puerto Galera.




miércoles, 19 de diciembre de 2012

DE VUELTA.




Aun recuerdo ese momento cuando en dos segundos vi el sueño de mi vida, donde la muerte toma apariencia de precipicio. Un manillar descontrolado, guiado por unas ruedas sin dirección me empujaban al agujero. La noche no era mi aliada y los leves espasmos de las estrellas no podían guiar mis ojos. Mi cerebro no pudo captar lo sucedido, no entendía nada, pero el dolor me abrió mi mente. Gritos maldiciendo mi estupidez inundaron el silencio de la noche. Colgado por mi pierna derecha, estaba suspendido en el aire a punto de seguir el mismo camino de la motocicleta.
Todo queda a otro nivel, cuando te enfrentas a tu fin. Chutes de adrenalina impulsan los glóbulos a sentirte más vivo. Una euforia momentánea y ficticia te hace olvidar el dolor que paulatinamente se va enfriando,  el cual  en días posteriores te ira  recordando que estás vivo. La carne raspada por el asfalto cuece como si un alien  hubiera vertido un  poco de su sangre  en mi  piel. Los huesos amansados por el impacto, parecen olvidar su función. No consigo que mi cuerpo responda, mi cabeza ve unas sombras de helicópteros que van dando vueltas, hasta que unos franceses logran salvarme de caer en el precipicio del barranco.
Así  es como acabó mi último viaje, jugando sin tener una buena mano en el juego de la vida. Ahora comienza otra partida, con  nuevas cartas a repartir.



CHINA

La gran potencia, aparece como  una luz de  sombras  que van iluminándose en un gigante escenario donde ella pone las normas.  Lejos queda  de mí esa   imagen  que proyecta, allá en nuestro país, el pequeño comercio chino, donde todo parece fabricado para tener un solo uso. El potencial de este asiático país es gigantesco, todo está hecho a gran escala y da la impresión que el empuje de esta gente se nos va a comer si es que aun no lo ha hecho ya.


HONG KONG

El inicio de nuestro viaje comenzaba en esta gran urbe. El equipo A estaba formado por Varela, alias Almodóvar, el Tala, alias el Rompe cantos, J.Tomas, alias el  Enano, Jordi Cuní, alias Aprendiz a fotomatón y  el Xipi, alias el que no pierde nada.  Íbamos a dedicar todo este viaje  a la práctica de la escalada en diferentes ubicaciones del sur este de China.
Nada más desembarcar del aeropuerto pisamos una tierra inconexa, envuelta de mar. Conectada por largos  puentes volados en el vacío  mediante hilos de acero, donde  sus  sombras proyectan  el  miedo  a la altura. Al acercarte a la ciudad, te  va sorprendiendo el paisaje que forman  grandes edificios que parecen  jugar al  juego del mono poli.  El tablero de juego parece estar repleto de rascacielos  y a cada lanzamiento de dados, seguro que te toca caer en alguna casilla donde te espera la visión de un escaparate o la entrada de un centro comercial. Todo esta iluminado con  luz artificial, proyectando  el dorado brillo de famosas marcas comerciales que intentan crear en tu cerebro una imagen de lujo. Quieren  hacerte creer por unos momentos que eres  un ser superior o al menos diferente.

En poco rato ya estábamos adaptados a la ciudad, sus medios de transporte son eficaces y rápidamente te llevan al sitio deseado. Tuvimos la suerte de conocer a Tania, una  china, amiga de un amigo común,  J.Ferrer, la cual nos enseñó varias partes de la ciudad y nos hizo el planing de todas las combinaciones que teníamos que tomar para que nuestro viaje por el interior de China fuera más confortable. Esto fue fundamental ya que nos escribió todo el documento de forma bilingüe, en  ingles y chino mandarin …. allí estuvo la clave ya que la gente  del interior del país no tiene ni papa del idioma sajón.
Al segundo día en la ciudad, comenzamos a explorar uno de los sectores de escalada ubicado en la isla de Hong Kong. Su ubicación nos hacía perder más de una hora en superar un elevado desnivel mediante el remonte de unas escaleras mecánicas y su posterior aproximación entre vegetación y estrechos senderos.
 Encima de las paredes, los edificios no parecían tan  altos. Se semejaban  a  colmenas verticales donde se refugian sus habitantes y donde el metro cuadrado sale carísimo, basándose en el juego de la oferta y la demanda.
Esta ciudad me recuerda un poco a Andorra donde no se produce nada pero se vende de todo. El secreto está en la palabra  NO TAXES. Esto implica ahorrarse el 21 por ciento de impuestos en cualquier compra respecto donde yo habito. Así que es fácil caer en la tentación de comprar cualquier objeto.
 En el metro, en la calle, en los restaurantes parece  que una invasión  silenciosa  se ha apoderando  de los  sentidos de sus habitantes. Los dedos parecen hablar por sus bocas  utilizando el alfabeto que marcan las pantallas capacitivas de sus artilugios electrónicos.  Todo el día están con sus teléfonos móviles compitiendo por saber quien tiene una pantalla  más grande.

Aquí los taxis  son de color  rojo y  deambulan en medio de tranvías de dos pisos entre negocios de grandes marcas donde gentes hacen cola en sus aceras para adquirir ¡Arrival new collection!.
La ciudad parece un pequeño estado donde  las tiendas abandonan las calles y se instalan en las plantas de los grandes edificios debido al colapso del terreno. La suciedad parece haber desaparecido como por arte de magia. Calles limpias, sin residuos a la vista, todo impoluto. Únicamente  se ven en las calles, cajas  vacías  de cartón donde antaño albergaban multitud de productos ya vendidos.
La chinas suelen ser pequeñas, pero en las ciudades  quieren abandonar  momentáneamente esa condición y  se convierten en mujeres más altas por unos instantes, calzándose   unos tacones rompe huesos, intentando mantener el equilibrio de un paso harmónico, elegante pero  nada natural y muy incomodo.



YANGSHUO

La segunda destinación escogida fue la población de Yangsuho, pueblo ubicado al sur de Guilin, donde sus ríos y sus montañas  dan lugar a una imagen de postal. Paisaje salido de dibujos manga, donde   Arale y Son Goku han visitado en  alguna de sus aventuras, dichos parajes.
El lugar en principio prometía muchas expectativas que al final por mi parte no lograron cumplirse, debido a la masificación que reúne el lugar.
La belleza del paisaje queda un poco descompensada, debido a la gran cantidad de turistas chinos que invaden diariamente el lugar. Esta multitud de peregrinos trae consigo un mercado anexo de tiendas, locales comerciales, bares, gente que vende cualquier cosa, ensombreciendo un poco la magia del lugar.
Sonidos, voces inconexas llenas de tonos extraños, signos diferentes,  gestos  parecidos pero con significados diferentes. Así es como se nos aparece China una vez abandonada la ex colonia británica donde han quedado grabadas muchas costumbres occidentales.
Casualidades de la vida, hicieron que llegáramos el fin de semana en que había una compe de escalada. Los sectores estaban indicados con carteles y banderas que hacían que la aproximación a los  sectores fuera más cómoda. Lástima que el tiempo en los primeros días no fuera nuestro aliado.

Cada mañana al abandonar la ciudad para acércanos a las paredes, nos íbamos encontrando un paisaje mas rural, donde los campos  semidesnudos ya habían producido su última cosecha del año.  
En los sectores de escalada nos encontrábamos gente occidental y asiáticos practicando la escalada, así que a veces  teníamos que esperarnos  o cambiarnos de vía. Muchos de los sectores del lugar tenían vías tipo gorila. Cantos muy buenos, pero paredes desplomadas que exigían que los músculos estuvieran  preparados para poder afrontar el esfuerzo. Nosotros estábamos más acostumbrados a la placa, así que este tipo de escalada no nos era la más propicia.  En dichas vías necesitábamos ir practicando algunos descansos para poder relajar la tensión acumulada de nuestros músculos.
Varela, que arrastraba una contractura de hacía tiempo, se le  fue complicándose la cosa, hasta que un buen día su cuerpo quedó agarrotado. Tenía la espalda y  cuello enganchados, razón por la que tuvo que medicarse para apaciguar el dolor. La dueña del hostal le indicó un lugar, donde un medico  le aplicó las técnicas de curación locales. Agujas, calor, masajes y demás técnicas hicieron que por arte de magia, el dolor se  fuera atenuando y  todo volviera a ponerse en su sitio.

Mientras trepábamos y el sol nos iba avisando del tempo antes  de abandonar el sector. Luego nos dirigíamos a la carretera principal para intentar parar algún vehículo que nos  retornara a la ciudad.  La carretera tenía dos sectores  tipo queso gruyer. Multitud de agujeros con una profundidad considerable nos destrozaban el cuerpo. Sobre todo cuando nos montábamos en  vehículos de tres ruedas que carecían de una buena amortiguación.  Al llegar al hostal, una buena ducha nos relajaba y activaba nuestra circulación. Más tarde nos íbamos a cenar y podíamos ver  como se divertían los turistas chinos. Bares, con salas pequeñas de baile y con paredes de cristal a base de escaparate, ponían la música a todo trapo para lograr atraer a la clientela.  Al final siempre acabábamos fumando  junto a Jordi un cigarrillo, en el patio anexo de nuestras habitaciones, acompañado de un trago de vino tinto de la bota, recuerdo de Tenerife.





GETU. (Guiyang, Anshun)


 Camino hacia Getu, nos damos cuenta que muchas miradas errantes se fijan en nosotros. Ojos de sorpresa, ojos curiosos, investigan nuestros cuerpos, nuestra piel, nuestra ropa, nuestros redondos ojos. Somos diferentes en un lugar distinto donde es extraño  encajar las diferencias.
El valle del rio Getu, forma un lugar envuelto de montañas donde la morfología del terreno ha sido caprichosa, formando cuevas de gran belleza  de dimensiones inimaginables. La falta de conexión de estas gentes con el mundo occidental hace que la comunicación sea difícil debido al idioma pero su sonrisa en su rostro y su hospitalidad compensa todos los malentendidos e incomodidades que se puedan ocasionar.
El lugar, no tiene infraestructura turística ya que lo poco que se puede encontrar, no reúne muchas condiciones de higiene. Nuestra decisión al final fue la más adecuada. Nos integramos en la vida de una pareja de ancianos, los cuales nos cocinaban y atendían nuestras necesidades. La pareja regentaba un pequeño comercio, con cuatro cosas básicas. El hombre de la casa  nos hablaba en monosílabos. Bastaba solamente con decir un jaa o joo , y con esos dos tonos nos comunicábamos. Era simple pero muy eficaz y si no, tocaba practicar el idioma de los sordos, aunque aquí los gestos traen bastantes confusiones.
En la tienda, los dulces eran de falsete. Los caramelos debían ser light y los yogures tenían sabor a soja, menos mal que la coca cola podía enmascarar la ausencia de azucares que me pedían mis encías.
Las instalaciones del lugar eran mínimo de tres estrellas, cinco habitaciones a todo lujo, con 3 baños compartidos. Uno de ellos super lujoso, con el suelo con surco para que el agua circule y evacue. Ducha con agua a presión atmosférica. Altura del tubo unos tres metros y agua caliente en modo termostático, o sea,  si durante el día  sale el sol por la tarde habrá algo de suerte. Los otros dos lavabos estaban encima de la coralina del cerdo de engorde, anexado a la cocina y eran  de la marca kaka de luxe.

Fue casualidad pero coincidimos con un grupo de rusos, que estaban en el lugar para realizar unos saltos base desde diferentes localizaciones de las montañas más altas del valle. Ver como saltaban de lo alto de la cueva fue bonito, sobretodo el primer salto donde el piloto del paracas apuró  su abertura más que los demás.
En el mundo rural la vida no transcurre siguiendo las normas  inventadas por la  electricidad. Los   trenes, buses y  tranvías de la ciudad van desplazando a las gentes a sus puestos de trabajo. Ahora en el campo,  al despertarnos con el canto del gallo,  todo va a otra velocidad.  Esperamos a que las sombras  del fondo del valle sean desplazadas por el sol. Los rayos del astro comienzan a calentar el aire y las gentes comienzan a gestionar las tareas que precisan los cuidados de animales y plantas. Mientras, las gallinas, patos, gansos, vacas, cabras van encargándose de las tareas para limpiar el medio rural.


Los días fueren transcurriendo y nuestra constancia y dedicación comenzaron a dar resultados. Las largas sesiones pegados a las paredes hicieron que pudiéramos afrontar con garantías vías de  mayor dificultad.  La gran variedad de sectores deparaban tipos de roca diferente provocándonos  que cada día fuera diferente. Chorreras,  bavaresas, fisuras, desplomes, techos, pulish, gotas de agua, pianos, regletas iban moldeando nuestra técnica. El dolor no es gratuito y a base de esfuerzo,  los músculos, tendones y  articulaciones iban templándose  hasta que nos daban señales advirtiéndonos que  de vez en cuando debíamos descansar.
Nunca en mi vida había escalado tanto y  tan seguido. Eso, al final,  comenzó a dar resultados. Por fin conseguí encadenar dos 6c a vista y probar un 7ª de primero aunque en los pasos claves me faltó fuerza y bastante  fe. Pero eso era bueno, no me hacía nada meterle un tiento a grados superiores, tengo que decir que me sentía fuerte de brazos pero a veces estaba falto de motivación y algo cansado, no sé si era por la acumulación de fatiga o por el tipo de comida que ingeríamos  que parecía no aportar suficiente punch. A los demás miembros del equipo  les pasó lo mismo, el  entreno  dio resultados y todos se sintieron satisfechos viendo la mejoría que provoca la constancia.

Nuestro menú diario fue variado mientras estuvimos en Hong Kong y en Yangsuho, ya que la numerosa diversidad de restaurantes nos  ofrecía infinidad de platos. Pero todo cambió en Getu. Nuestro menú de desayuno y cena era el mismo. Un bol de fideos acompañados de diversos cuencos  de huevo, carne de cerdo,  brotes de soja, verduras, tofu, ajo y cebollino. La comida era buena y uno se acostumbra, pero el cuerpo nos  pedía un extra. Así que un día decidimos hacer una barbacoa. Para dicho acontecimiento compramos costillas de cerdo, setas, oreja de cerdo, huevos y patatas. Por la noche, cenamos  junto una pareja de escaladores franceses y la pareja de ancianos que regentaba el local. El menú consistió en  tortilla de patatas,  carne de porcino a la brasa, salteado de boletus y  oreja……. un verdadero manjar, todo esto regado con  cerveza de arroz y un licor que nos ofreció el hombre de los monosilabos.

De los tres lugares de China donde hemos escalado, sin dudarlo el mejor ha sido Getu. El lugar a parte de la variedad de sus sectores  tiene una ubicación aislada donde aprecias la   esencia de la China rural, donde su evolución nada tiene que ver con las grandes ciudades, donde la vida se mueve  cada vez más a nuestro modo mas occidental.

Una vez de vuelta en Hong Kong solo quedaba quemar los dos días antes de que el grupo se separara, yo me iría a Tailandia para hacer submarinismo y alguna sesión de playa mientras los demás volverían a Catalunya. Pero todo pudo cambiar por un embrujo salido de la melena de una filipina.
Era de noche y junto con los dos Jordis comenzamos a cenar. El lugar era el típico bar local, atiborrado de gente local,  con el suelo multicapa color roña. Techo de chapa reciclada, cocina a la vista, donde los woks  estaban que ardían y las multitudes de ollas sudaban vapores. El cocinero con el pecho descubierto se movía con un leve brillo en el rostro. La luz era amarillenta, dando un tipo de color a quemarropa que hace  que  todo parezca mugriento.  En el rincón del local, una pantalla de TV estaba emitiendo  en directo, carreras de caballos. Chinos, con sus boletos en mano descubren al acto que sus apuestas han quedado reducidas a simple papel. Sueños rotos  por medio cuerpo equino. Mientras, nosotros  comentamos todo lo que ha pasado en el viaje. La boca se seca y  comenzamos a hidratarnos con cervezas. El líquido comienza a deshinibirnos  y comenzamos a  encontrarnos a gustito, tanto es así que el bar se queda vacio. Solo queda el vigilante el cual no nos presta mucha atención ya que cada vez que se acerca parece que le acompaña un  suave perfume de marihuana en sus labios.

Un inciso….. en Getu la cerveza que bebíamos tenía solo 1,5 grados de alcohol y nos habituamos a ella, ingiriendo cada noche al menos un par de litros. Pero en Hong Kong, las botellas de 600cc ya no eran de 1,5 sino de 5,4 grados.  Eso fue un factor que mi cuerpo no estaba habituado. Al levantarme de la silla para ir al lavabo comencé  a experimentar que la fuerza de la gravedad venia de costado, sintiendo una fuerza centrifuga  que quería hacerme caer. Tuve que hacer  equilibrios, como  el mecanismo de una balanza. Mis ojos brillaban sin luz y me sentía tocado. Yo me quería ir a dormir para  dejar apaciguar mi cabeza, pero los dos Jordi  estaban animados y no me querían dejar marchar. Aquí  no tuve más remedio que  realizar la técnica del Xipi. Comencé a ingerir grandes cantidades de sándwich de atún en las puertas de los seven eleven,  a ver, si así  conseguía bajar la intensidad de la fuerza G.
Al final nos liamos, cruzamos la bahía  de Isla Victoria y nos pusimos en HK city. Al bajar del taxi, yo me quería morir. Remolinos y helicópteros unidos a mareos volteaban  en mi cabeza como los satélites a Saturno. Mientras, los Jordi se hicieron colegas de dos franceses que por la patilla nos invitaron a una botella Mackalagan de 12 años. Todo lo que pasó esa noche fue un poco surrealista, supongo que tal como íbamos, las cosas salen solas.  Mientras, yo me anclé en la farola del seven eleven comiendo sándwich y bebidas isotónicas hasta que  J.Tomas me llevó dentro de la disco. La música y algunas gotas del Mackalagan parecieron sentarme bien. La música era en directo y dos grupos filipinos tocaban temas a nivel profesional. Sin darme cuenta estaba bailando con una asiática pero me sentía fuera de lugar. Parecía como si mi alma no quisiera seguir a mi cuerpo, parecía encontrarme en otra dimensión.
Sin percatarme de nada, al cabo de varias horas, sin darme cuenta, estaba en el borde de una acera con la filipina. 
Estaba desubicado, intentando saber lo que pasaba. Mi sorpresa fue ver que eran las 7 de la mañana. Pequeños rayos de luz intentaban colarse entre los espacios de los rascacielos. Con algunos lapsos que no recuerdo muy bien, nos reímos y lo siguiente que recuerdo es que estaba subido al tranvía de dos pisos que circulaba por la Isla.  La morena me iba enseñando la ciudad dando precisas explicaciones. Me cogía de la mano y me protegía en los pasos de cebra de algún loco automóvil con prisas. Sin darme cuenta estábamos en uno de los embarcaderos, viendo la salida del sol y conversando de no sé qué. Parecía una escena sacada de la película los lunes al sol. Todo pasaba a cámara lenta, el metabolismo del alcohol mejoraba la fluidez de mi ingles pero el efecto hangover comenzaba a secarme la lengua y la piel… que os voy a contar. Al final y sin dar más datos de lo que paso después, llegué al hotel, a esos de la 13 o 14 horas. Tuve problemas para localizar la habitación, al final encontré nuestra humilde y estrecha morada donde Varela estaba en fase REM y J.Tomas estaba fase Toilet. Fue tocar las sabanas y las compuertas de mis ojos echaron el cierre. El día paso muy rápido pero todo parecía ir a cámara lenta, así es el efecto que produce el aturdimiento de los azucares alcohólanos. La mañana siguiente toco sesión de compras y el grupo se disolvió como una bomba de humo.  Ellos se iban de vuelta para Lleida y a mí me quedaban aun 12 días.  Mientras, yo había quedado con Lyn, así se llamaba la filipina, pero  tonto de mi, llegué tarde y creí confundirme de lugar. Me supo mal y maldecía mi equivocación pero no podía hacer nada, así que me subí al tranvía y me fui a otro lugar donde ella podía estar. No la encontré, así que tocaba esperarse hacia entrada la noche. Después de cenar, me dirigí hacia el local Amazonia y allí entre multitud de gente, la vi bailando. Juntos, disfrutamos del resto de la noche y parte del día siguiente hasta que los letreros luminosos del aeropuerto indicaban que tenía que embarcar rumbo a Bk. Así me despedí de ella, como la luz de una vela que intenta sobrevivir en su último aliento, robándole un poco más de tiempo mediante una sucesión de  espasmos del liquido elemento. Los días siguientes tocaba sesiones de playa, buceo y más, pero eso es otra historia que ahora no me apetece contar.


Arroz, soja
Te sin galletas
Bol y palillos
farolillos rojos
Pincel, tinta
sillas liliputienses
Gansos y patos
falsos dulces
Pólvora…… y  pim pam pum

domingo, 5 de agosto de 2012

Retorno obligado


Malos pensamientos rondaban por mi cabeza y resistían en esfumarse. Hacía días que  por la noche no me dejaban cerrar mis ojos. No era hasta que llegaba la frontera entre el día y la noche donde al fin conseguía liberarme y caer en un sueño que me aligeraba del sudor. Las decimas de fiebre se evaporaban, aliviándome del calor y durante  unas horas podía escapar de mis terrores, hasta que  volvía a despertarme con extraños pensamientos dentro del infierno. Un infierno  privado y solitario, pintado de colores como de  sabores amargos  con la falsa y   vaga  apariencia  que podía controlar su puerta de acceso.  Caía en un abismo cada vez más lejos de una salida, donde parece imposible retroceder al punto de partida. Quizás mi cuerpo, por instinto, había intuido la amenaza, pero mi ser no estaba  consciente del verdadero peligro que podía repercutir en mí. Fue la frustración la que  finalmente me empujó a  irme  del país, no podía soportar más la sensación de una incertidumbre que iba creciendo día a día. Me limitaba a seguir mis impulsos, aunque la bomba cada vez latía con menor fuerza y por mis arterias estaban fugándose esas pequeñas fuerzas que  mueven a uno hacer esos pequeños pasos del día a día.  Aparcado dejo, esas ideas de futuros planes que permanecerán en reposo hasta un incierto futuro.
Al final, llegó el día fatídico donde después de un combate entre tomas de decisiones, creí elegir la mejor opción que se me presentaba. Abandonaba el calor de una isla y retornaba a Barcelona en busca de un diagnostico a mi problema.
Mi cabeza se volvía loca, te piensas que no te pasará nunca, que no te puede pasar, que eres la única persona del mundo a quien ninguna de estas cosas no le sucederán nunca y entonces te comienzan a pasar una por una, sucediéndote todas, de la misma manera que le suceden a todo el mundo.

Pasé unas cuantas horas en el servicio de urgencias del Hospital Clinic de Barcelona, donde me dijeron que todas las pruebas que me habían realizado se encontraban con los parámetros normales, así que me derivaban para que visite las  consultas externas del mismo hospital al día siguiente. Abro los ojos y me veo sentado en una silla, esperando mi turno en la consulta de medicina tropical del Hospital Clinic de Barcelona. Esperando que se acaben  esos odiosos  tiempos muertos. Oliendo ese perfume antiséptico típico de todas esas instalaciones. Clavando mi mirada en los pacientes, me arrebata la  nostalgia de un breve pasado, interrumpido por algún factor  orgánico que provocaba   disfunciones en mi cuerpo.  Reposando,  mi imaginación intentaba inventarse los posibles diagnósticos que causaban mi enfermedad. Por mi cerebro, aparecían  unas figuras de  apariencia amorfa con formas  de gusano, las cuales parecían estar   ancladas en mi  tubo digestivo. Al rato, oigo por los altavoces, una voz  femenina nombrando mi nombre y un número de puerta. Me levanto y acompañado de mi madre entramos emocionados a la consulta.  Mi  ego, hacía rato que me engañaba,  pensando que los doctores adivinarían rápidamente las causas que me provocaban encontrarme en ese estado. La realidad, rápidamente  golpeo mi cabeza y descubrí que  mi médico no era el doctor house.  Su decisión dependía  de la interpretación de múltiples  resultados de diferentes  analíticas que aun  tenían que realizarme. Visité la sala de vampiros del hospital, donde  me succionaron el volumen de varios tubos de ensayo de mi querida hemoglobina.  No pude mirar, tengo un pequeño problema  con mi sangre.  Si veo mi rojo fluido, mi cerebro suele hacer un reset y  a veces me salta el diferencial o se me funden los plomos. También tuve que aportar muestras de heces, hacerme una ecografía y una prueba nuclear. Ahora sí,  disponían de gran cantidad de material para someterlos a todo tipo de test

Estuve más de un mes, esperando que me dieran un diagnostico. Mientras, tenia periodos de nauseas que me dejaban el cuerpo hecho papilla. A veces incluso estuve a punto de llegar al desmayo. Mi estado estaba decaído, me envolvía una sensación de  agotamiento. Había que vencer el largo tiempo de espera intentando matar los tiempos perdidos, pero no tenía fuerzas para nada. Entré en un círculo vicioso de elucubraciones extrañas, tan improbables, tan alejadas del realismo que te cuesta encuadrarlas en la objetividad. Por fin, llegó el día donde el doctor me diagnostico que tenía una bacteria, Helicobacter Piroly, la cual tenía que ser tratada con unas combinaciones de varios antibióticos. Estuve una semana dándole veneno al bicho. No sé que era peor si el remedio o la enfermedad,  porque dicha medicina me provocaba bastantes efectos secundarios, incrementando  las nauseas y los mareos. Pasaron los siete días de tratamiento y todo continuaba igual. No encontraba mejoría y las molestias en la zona abdominal derecha continuaban dándome el coñazo. Al final, descartado la presencia de algún tipo de organismo anómalo, descubrieron que el problema de todo residía en mi vesícula biliar. Esta, estaba medio llena de pequeñas piedras unidas a una especie de fango, siendo esto la causa de todas mis molestias. La solución planteada por los médicos fue clara, tenía que operarme y extirparme dicho órgano.
Todo este proceso acabó el 18 de mayo  cuando la doctora Canal me extirpó la vesícula mediante la técnica laparoscopía. Me hicieron tres cortes muy pequeños por donde introdujeron unos tubos articulados dentro de mi cuerpo con el fin de realizarme cirugía mutiladora. Todo el proceso siguió su curso  normal y poco a poco mi ánimo comenzó a reencontrase consigo  mismo.

Habían pasado 4 meses desde que me comencé a encontrarme enfermo. Mi cuerpo estaba debilitado y en mi cabeza reinaba un poco de confusión. En mi interior se  mezclaba una especie de debilidad que provocaba una gran  fatiga, a esto se le unía un  desanimo que me quitaba cualquier alegría. Todo esto hizo que el último tramo de mi viaje  se aplazara, mi estado físico no era el adecuado para poder afrontar con garantías la aventura de moverme por las duras condiciones de las montañas de China y las largas distancias entre las  estepas de Mongolia. Después de enfocar mi visión, el objetivo quedo más nítido y en mi clixe quedó exento de ruido, pudiendo encuadrar mi nueva etapa. Decidí volver a incorporarme al trabajo y dejar pendiente para un futuro, la realización de una parte de mis sueños. Solo me quedaba una cosa pendiente, tenía que intentar volver a rescatar mi  bicicleta.  Tenía que intentarlo, mi  compañera de viaje, que tanta compañía me había dado, había sido abandonada a su suerte junto sus respectivas alforjas. Compré un vuelo para Asia pero aquí no acababan los problemas. Cinco días antes de tomar el vuelo, mi madre sufría unos dolores en su cuerpo. La ingresaron en el hospital con un cuadro de dolor intestinal, fiebre y nauseas. Al final después de realizarse varias pruebas y pasar varios días, los doctores le diagnosticaron una  infección de intestinos unido a una pequeña inflamación de las paredes de la vesícula.  Por mi parte lo tuve claro desde el primer día, no soy médico ni pretendo dármelas de listo, pero los signos que presentaba mi madre coincidían con los que tuve cuando me encontraba indispuesto en un hostel en Luang Prabang, parecía que el cirulo se volviera a cerrar. Tuve que anular el vuelo y cambiar las fechas de mi salida. Mi madre estuvo dos semanas ingresada  hasta que le disminuyó la inflamación, así  que mi estancia  en tierras extranjeras solo sería de 10 días para rescatar lo que me encontrara.

Todo paso de manera lentísima, el cambio de mi vuelo implicaba infinitas horas de incomoda estancia en asientos de aeropuerto. Fatigado y pasado 3 días desde la toma del primer avión, llegué al lugar indicado. Tenía el cuerpo adolorido, la cabeza cansada, el estomago debilitado y el cuerpo mojado, pero cuando mis ojos vieron al fondo del pasillo  una silueta conocida, mi cuerpo segregó un chute de adrenalina  pura, sin un miligramo de corte. Ipsofacto las pupilas se dilataron convirtiendo mi visión en ojos de gato, mi corazón comenzó a expandirse queriendo salirse de la cárcel de sus costillas. La boca se me secó y comencé acercándome hasta que pude tocar a mi compañera con sus valiosas alforjas. Pequeñas cantidades de  electricidad recorrían mi cuerpo llegando a excitarme  prolongando  esa sensación de euforia.

Ahora  volveré a mi tierra, Lleida, donde el gran imperio del mal vuelve atacar. España visto la que está cayendo ya no será nunca más  esa nación GRANDE y LIBRE.  Ahora vuelve a su verdadera realidad  envuelta de incultura, miserias, oscuridades, vagos, paletos con vestidos de marca, políticos corruptos, donde las palabras están llenas de mentiras, donde se torturan animales para el entretenimiento de mentes retorcidas y viejas duquesas son la envidia de los que pasan hambre mientras hojean las páginas de revistas como  el Hola. No hay colmena en el mundo que aguante tantos zánganos, se impone una revisión general ya que el problema de nuestros dirigentes es que son  ciegos y no hay peores ciegos que los que no quieren ver. Aunque lo que más me hace hervir la sangre es lo ciega e inútil que se ha vuelto la justicia, esa dama ciega con una balanza desequilibrada hacia el lado equivocado, donde cuando  no se piden responsabilidades, el sistema, acaba desmoronándose. Parece que los jueces y fiscales se ríen de los pobres y débiles, así es como lo percibo  porque parece que los malos si son  ricos o tienen poderosas influencias se vuelven inmunes a los barrotes. A grandes males, grandes soluciones….tiene que  correr  la sangre así abrirán los ojos.
En cuanto al año que me quedaba de viaje lo pospongo hasta que me recupere, aunque harán falta unos cuantos años más para que la administración vuelva a concederme otra excedencia. Aprender a adaptarme es lo que he aprendido en este viaje. Quien se adapta a las nuevas condiciones siempre  es el que suele salirse  ganadordor. Ahora vendrá el un choque de trenes, volveré a una rutina mas sedentaria donde  si tengo un mal día siempre podré escoger y abrir la caja de mi baúl de recuerdos.

Eso iba a ser todo, pero todo pudo cambiar y torcerse en un segundo. Tres días antas de retornar a mi casa, hubo un problema. Rondaban las 12 de  la noche, la lluvia era intensa y mi motocicleta me llevaba por las rutas de una isla tailandesa. Fui un ignorante o simplemente un poco gilipollas, pero todo sucedió en menos de dos segundos. Después de una simple parada en un supermercado seven eleven, encendí mi motocicleta. La máquina de 125 cc se encabritó encarándose hacia un charco que desvió la trayectoria del ciclo, encarándose hacia un barranco. Mi cuerpo sobresaltado no pudo hacer nada, la moto se cayó en el barranco de 3 metros de desnivel y mi cuerpo se quedo sujeto en el aire. Solo me aguantaba por mi pierna derecha la cual se había enganchado a un pequeño pilón de hormigón. Me quedé medio inconsciente por la colisión, pero mis ojos solo enfocaban las rocas que había en el fondo.  No podía caerme, el impacto de mi cabeza contra las rocas no auguraba un buen futuro. Atrapado en el dolor y viendo la muerte en mis ojos, unos franceses me ayudaron a reincorporarme. Mi cuerpo y mi cabeza estaban como anestesiados, no comprendía que había pasado. Alguien había encendido alguna vela por mi, si no, no puedo explicarme como pude salvarme de dicha situación. Maldita motocicleta, parecía que el diablo se hubiera aliado con ella. 

jueves, 1 de marzo de 2012

LA HE PILLAOOOO.

ULTIMOS DIAS EN TAILAND  



Mi transito por Tailandia fue fugaz, ahora toca la hora de la verdad cuando surgirán multitud de problemas con el idioma, las costumbres y con otro abecedario imposible de entender, con largas  distancias que llevaran a escenarios aislados donde espero encontrarme cómodo. Atravesé unas pequeñas cumbres sin demasiadas pendientes, pero sin demasiado tráfico así que el pedaleo era muy cómodo. En los mercados nocturnos  de los pequeños pueblos tailandeses donde  me quedaba a cenar, la gente me miraba extrañada como  si hubieran visto un equilibrista borracho, deambulando por un complejo escenario sin red. Después de varios  días pasando por  pueblos con extraños nombres  Pong Chi, Phu Rua,Nam Som,  llegué finalmente a Nong Khai, ciudad fronteriza,  donde  paré un día  para ver un bello parque, lleno de esculturas gigantes de inspiración hinduista.  A la mañana siguiente volvía el trámite del sello y visado, típica rutina.
Entraba en la capital de Laos, en el mismo lugar donde hacía dos  meses había llegado con mi bicicleta. Antes de llegar al centro de la ciudad hice una parada en el consulado de China donde dejé allí mi pasaporte para que me estamparan la pegatina de la Visa. Por cierto las informaciones que tenía anteriormente de que te daban en Vientiane la Visa para 3 meses, no era cierto. La Visa era para  un solo mes, extensible a dos más. En la capital tuve que esperarme seis días, porque los del consulado tardan cuatro días para extenderte el visado y  en medio se me había colado  un fin de semana. No hubo más remedio   que  esperarse. Otra vez no me sucederá lo mismo, es preferible pagar más para que te la den en un día. Pagas casi el  doble pero te compensa,  sobre todo si  antes ya habías visitado la ciudad.

Abandoné la ciudad pasado los seis días, a eso de las 10 de la mañana después de recoger la Visa en la embajada China. La ruta era plana, no corría ni gota de aire y el sudor era la rutina en mi cuerpo. Al  sobrepasar los 80 km de ruta, la cosa cambiaba. Los pueblos, más bien aldeas, estaban aislados aunque la carretera pasara por  medio de ellos. La gente aferrada a sus antiguas costumbres, vivían la vida con la paciencia de  esclavos. Anclados en mosaicos de tradiciones  donde afrontan la  vida  mirándola a la cara, riéndose por cualquier cosa y transmitiendo esa felicidad en  su multitud de  pequeños gestos. Las tiendas donde me reponía, eran diminutos colmados donde tienen alimentos envasados, bebidas azucaradas, cerveza y toda clase de cosas deshidratadas. La gran maravilla, son los mercados locales donde campesinos y ganaderos ofrecen sus productos. Las reinas son las verduras teñidas de todos los colores posibles, muchas de ellas por cierto  desconocidas en occidente. Frutas tropicales dispuestas en grandes cantidades, colocadas en filas amontonadas formando pequeñas estructuras piramidales, llaman la atención por sus colores llamativos y gustos sorprendentes. Las carnes  ya son otra cosa, esperan a ser vendidas, reposando en la sombra, intentando ser atacadas por moscas que  en su vuelo  tienen que  esquivar  el viento generado por un ventilador o  la bolsa de plástico que va agitando  de vez en cuando la mano de la paciente carnicera.
En día y medio llegué a Vang Vieng donde todo estaba igual que hacía cinco años atrás. Turistas haciendo tubing, bares proyectando  series americanas en grandes pantallas y todo congregado en un par de calles. En la ciudad solo pasé una tarde. Hacía varios años que había visitado los alrededores así que  nada incitaba  a quedarme.
Dejé Vang Vieng con síntomas de haber pasado el carnaval, o al menos eso me pareció, al ver algún descantillado durmiendo con su amiga, la botella, junto con unos harapos de papel y cuatro telas estropeaas. Comenzaba la mañana tomándome una sopa junto a un abuelo fumándose su cigarrillo matutino. Con el cuerpo un poco más templado  comenzaba bien  la marcha, sobretodo porque el terreno era  plano. La temperatura era fresca y las piernas iban a tope hasta que fui encontrando varios ciclistas en dirección sur. Yo por mi parte hacia el  norte, como indica aguja de imán. Mientras iba encontrándome pueblecitos entre subiditas y repechones. La gente brutal y los niños al verme se ponían en línea extendiendo  sus brazos para que chocáramos  nuestras palmas. La carretera al final de etapa me guardaba una sorpresa, una subida de esas que nunca se acaban, a cada curva se veía la siguiente y nunca se intuía el fin. Por poco no llegué a Phou Khoun, me faltaron unos 10 kilómetros, pero el lugar  donde me detuve era precioso. Me faltaron esos minutos no perdidos, hablando con los ciclo turistas que  al final se convirtieron en horas. En lo alto de un mirador planté la tienda. En el lugar había un restaurante donde paraban los autobuses que conducen a los turistas por la Nacional 13.
Con que era la hora de atardecer no se veía a mucha gente y el restaurante cerró. Cené con los trabajadores del restaurante en el interior de la cocina, compartiendo la comida con conversaciones a medio entender. No me dejaron pagar nada,  y eso me  hacia sentir incomodo ya que tuvieron que cocinar varios platos porque de tan picante que pusieron, mi boca no  los podía comer. Solución, saqué mis trucos de magia y se fueron a dormir con una risa impregnada en sus rostros. La noche era fría, pero el cielo era perfecto. La luna estaba llena de fuerza y dibujaba una circunferencia perfecta. Mi frontal no  podía   hacerle sombra por lo que me dejaba guiar por sus reflejos. La putada era que toda la ropa de ruta estaba empapada en sudor y solo se me secó una pequeña parte. Por la mañana el lugar apareció lleno de niebla, aunque el viento rápido la acompañó a otro lugar. En pocos kilómetros hice una parada en el  pueblo para desayunar y aprovechar los primeros  rayos de sol para secar todo lo mojado. Allí fui conociendo ciclistas que iban en dirección contraria a la mía. Coleccioné varias tarjetas de personas que me pueden ser útiles en el país vecino. Después de la pausa, volví a los pedales. Una suave bajada me ponía los pelos verticales y al poco rato todo continuaba igual. Subidas y bajadas serpenteaban por el  montañoso paisaje.
Aquí me encontré otro cicloturista, con este fluía mejor el lenguaje. Era un bombero catalán de la brigada de Barcelona, con el que nos intercambiamos información y después de una larga pausa continuamos nuestros caminos. Iba venciendo desniveles en medio de la vegetación donde, de vez en cuando, aparecían esos poblados dispersos donde las casas estaban hechas con cañas de bambú. Las construcciones eran básicas y carecían de cualquier comodidad. La gente, muy humilde, iba saludándome e intentaba comunicarse con las carencias y dificultades de ambos interlocutores para entenderse. Cada casa estaba plagada de criaturas que rondaban por todos los caminos experimentando  el juego de la vida. Esa tarde llegué a un pueblo donde había un hostel, pero después de cenar planté mi tienda en el patio de la escuela. Al día siguiente comenzaba con una bajada larguísima, donde la bici se envalentaba con la inercia del  metal. Después en medio de infinitas subidas y cortas bajadas me quedaba poco para llegar a Luang Prabang. Mi Gps indicaba que los últimos kilómetros eran planos con un solo repecho a pocos kilómetros antes de la ciudad. Planeando siguiendo el sinuoso rio, comenzó a nublarse mi  visión. Paré, limpié mis gafas y continué ciclando. El sol pegaba fuerte y comencé a ver otra vez de manera borrosa. Algo pasaba, el problema no estaba en mis gafas. Paré a comprar agua y  viendo que me mareaba, puse sales minerales  en el transparente líquido  para compensar la pérdida de electrolitos. Bebí un litro y comencé a encontrarme mejor. Fui tirando pero entonces el repecho siguiente me sacó de mis casillas, tuve que parar un par de veces y tomar aire. Estaba en los extremos de algún  limite que había sobrepasado así que me tomé un M150 (bebida parecida al red bull).
También comí plátanos intentando compensar el potasio perdido. Estaba como un boxeador a un solo golpe antes de ser noqueado. No sé que me pasaba porque físicamente mis piernas iban sobradas pero no estaba pa ostias así que rápidamente cuando llegue a la ciudad  me agencie una habitación en una pensión. Después de ducharme noté que el sol me había dado en la cara pero era extraño que me provocara esa sensación que me rondaba por el cuerpo, porque hice varias paradas bebiendo las ricas bebidas azucaradas y me iba aplicando en mi piel crema solar. Con no mucha hambre, fui a comer y después me cobijé en mi cama a reparo del exceso de radiación. Por la noche cena de precaución, sopa de arroz y al sobre. Por cierto tenía algo de fiebre así que me tomé un paracetamol. Durante la noche tuve que hacer varios viajes al baño estilo turco. Al día siguiente   cambie de hospedaje, se avecinaban múltiples viajes al inodoro y no era situación de ir subiendo y bajando escaleras camino de dos baños compartidos que podían estar ocupados en el momento del  crucial del desagüe. Instalado en la nueva Guest house en una habitación con toilet inside comenzó mi diarrea, unida a sonidos de gases pestilentes. Después de ir haciendo viajes esta vez en un roca, me fui a comer suave. El resto del día estaba destrozado  estirado en la cama de la habitación. Al tercer día, por la mañana, parecía que me encontraba mejor así que tome arroz hervido y me atreví con una tortilla, …cagada.
Al cabo de un par de horas comenzaba mi pesadilla. Me desperté de la cama y la taza del inodoro no se despegó de mi culo durante varias horas. Me sabía de memoria los 5 pasos que había desde mi cama hasta la taza. A media tarde tuve los primeros calambres en los instentinos. Hubo un par que fueron tan fuertes que me caí al suelo de la habitación. El agudo y fuerte dolor me sorprendió. Mis músculos  se tensaron sin que yo lo autorizara, comencé a retorcerme y a encorvarme. Mi   espalda se curvó como la del gato preso de pánico ante la mirada de sabueso agresivo.  Me quedé paralizado esperando que volviera a tener el control sobre los músculos de mi cuerpo. Estaba tan enganchado que mi mandíbula apretaba con tal fuerza y de tal manera que no podía  ni gritar.  Los vómitos i nauseas comenzaron a superponerse con los movimientos abdominales. La  situación iba empeorando y por mi cabeza pasaba una horrible pesadilla.  Ya no me quedaba nada de nada en mi interior pero el cuerpo intentaba sacar algo. Cuando no pude más y viendo que la situación empeoraba, llamé a la compañía de asistencia  en viaje.  La atención telefónica al principio fue  bien, seguí sus instrucciones pero aquí no venia ni llamaba nadie, cuando volví a llamar me enviaron un  e mail  donde recibí información. El problema era que era imposible contactar con el corresponsal de la asistencia en Louang Phrabang. Cada vez estaba peor y decidí irme por mi cuenta al hospital, en tuk tuk, aquí en Laos no saben lo que es una ambulancia. Hecho un trapo, con el cuerpo hecho polvo, saliendo agua casi transparente por mi ano  y con sensación de mareo y ganas de vomitar, me voy  a las emergencias del hospital. Cuando llego y veo el lugar, rio pa no llorar. Mareado, caminando medio encorvado, deshidratado, a punto de que mi cerebro sufriera un crash, me vienen ganas de ir al baño, así que pregunto y me indican.

Mientras voy hacia el lugar indicado, veo como las paredes, pasillos, techos etc. están de ese color que solo lo poseen esas pinturas que llevan años allí, soportando el peso de varias  capas superpuestas de suciedad que van amontonándose al paso de los tiempos, como los antiguos bares de pueblo, donde antiguamente  solo se pasaba la escoba. Bueno, llego a los baños y otra sorpresa me esperaba  en los urinarios, los wáteres eran turcos. Hasta aquí pensareis que mierda  de sorpresa, pero es que lo que no he dicho es que no había ni puerta, ni muro, ni separador ni nade naaaa, era como un loft. Por mi parte sabia que en China  los lavabos van de ese palo, pero me sorprendió verlo en Laos, era mi primera vez. En posición medio arrodillado me pongo a vaciar lo que puedo, mientras a mi lao hay otro tipo igual que yo, enfrente tengo a dos jóvenes meando y uno peinándose en el espejo.  Salgo ya cagao  del baño y voy a preguntar dónde está el doctor. Un hombre con algo parecido a una bata se me acerca y  le  explico los síntomas que presento. Luego hace que siga a una  enfermera que me pone en un cuarto, me toma la presión y la temperatura. Al estirarme en la camilla comienzo a encontrarme mejor y pienso…  en mal lugar he ido a parar. Al cabo de unos minutos viene una doctora que le repito mis síntomas, me ausculta y examina. La doctora me indica que había de tomarme antibiótico, agua con suero oral, unos sobres para el mal abdominal y unas pastillas para los calambres. Diagnostico gastroenteritis.

 La Sra  Me da la opción de quedarme en el hospital o irme al hostel. Visto lo visto preferí irme al hostel aunque iba arrastrándome como una colilla  medio consumida. Antes tuve que pasar por caja y por la farmacia del hospital a comprar la medicina, menos el antibiótico ya que poseía unas cuantas dosis en mis alforjas.
Tuve que retornar al hostel sentado en el asiento de una moto de un joven que quiso ganarse dos dólares para hacer los 4 kilómetros que había hasta mi albergue. Porque allí no había ni tuc tuc, ni taxis, ni na de na, es lo que tienen los países del tercer mundo, es otro mundo, válgame la redundancia. Por cierto todo esto a oscuras, rodaban las 20:00 horas y por aquí  hacía rato que había las penumbras de la noche. El chaval alucinó,  me arrapaba con mis manos a su cintura y espalda para no caerme, debía pensar que era maricón, pero estaba tan  débil que no tenia opción quería agarrarme donde fuera por si me desvanecía. Al llegar al hostel me tomé la medicación y como mano de santo noté una mejoría nada más tomarlo. Supongo que fue sobretodo porque el paracetamol me quitó la fiebre.

Al día siguiente, por la mañana notaba como volvían algunos síntomas de malestar, fue entonces cuando me di cuenta que era la hora de volver a tomarme la dosis de medicamentos. Esa misma mañana recibí una llamada de la aseguradora informándome del procedimiento  para reembolsarme el coste que había pagado por la intervención. También se puso en contacto con migo el corresponsal de la ciudad que tiene la compañía y vino a verme al hostal. Los días siguientes los pasé recuperándome tumbado en la cama.S


Siempre me he guiado por mis sensaciones y ahora mismo no es que sean muy optimistas. Llevo 13 días tomando antibióticos para acabar con lo que los médicos me diagnosticaron como gastroenteritis.  Esos medicamentos me pararon la diarrea ipso facto, pero por lo demás todo continua igual. Mi cuerpo cada día se va debilitando mas, mi barriga presenta movimientos extraños provocándome una sensación de incomodidad. Como únicamente sopas de arroz con pollo y a veces me he de forzar. Bebo agua de coco y como varios tipos de fruta. Mis heces son blandas y tienen un color amarillo limón. A veces tengo nauseas aunque no llego a vomitar. No salgo mucho del cobijo de m habitación porque si me muevo, noto que me faltan fuerzas. En algunos momentos he tenido algo de fiebre pero más bien escasa. Ayer el corresponsal de la agencia de seguros en Luan Prabang me llevo a un segundo medico para tener una segunda opinión, pero me dijo que continuara igual. Mis sensaciones con el médico no fueron buenas. Aunque me hizo un examen de mi sangre, que por cierto estuvo hecho en 5 minutos, no me aporto nada. Únicamente dijo que mi sangre no estaba infectada y que continuara igual hasta que  se me acabaran las pastillas que llevaba, me quedaban solo 4. No sé, pero si hubiera visto por parte del médico detalles de profesionalidad para descartar posibles causas de mi malestar, como analizar mis heces o hacer algún cultivo con mi sangre, hacerme preguntas más concretas etc.. Pero claro, esto es mi opinión y estoy en Laos, uno de los 100 países más pobres del mundo, no le puedo pedir peras al olmo. También le comente si podría tener algún parasito o algún tipo de bacteria, pero la contestación fue un rotundo

No basándose en esa analítica hecha ipso facto. Yo no soy médico y no suelo visitarlos mucho ya que rara vez caigo enfermo, pero si por alguna razón he necesitado de su ayuda, siempre he observado cómo se basan en el análisis acurados para ir descartando posibles causas. Por mi parte se me acaba el Visado de Laos la semana que viene y no creo que el uso del Ciprofloxacin 500, acabe con lo que se me ha introducido en mi ya que sistema digestivo, visto lo ya que durante estos 13 días no he visto ninguna evolución. No quiero tomar una decisión condicionada por lo que me está pasando e intento ser lo más objetivo posible, pero si viendo los medios sanitarios que disponen en laos y sobretodo observando la NO EVOLUCION de mi problema no es grato ser optimista. Mi cabeza, como mi cuerpo están en caída libre y ls engranajes parecen atrofiarse cuando el cuerpo, escaso de fuerzas no quiere moverse. Uno entra en una rutina desesperante donde únicamente debes dejar pasar el tiempo esperando intuir algún síntoma de mejora. La agonía de estar tumbado en el  colchón con la cabeza mirando el techo de la habitación, a veces funcionando y otras no, juega un pulso con la mente intentando autosugestionarse para acortar lo largo que se pueden hacer los minutos. Ahora entiendo un poco más el concepto del símbolo . Al final después de estar discutiendo con los gestores telefónicos de la compañía de seguros me trasladaron a Bangkok para que me hicieran las analíticas correspondientes. En el hospital decidieron hospitalizarme y rápidamente me pusieron suero vía intravenosa. Como el cuchillo a la cuchara, así era la diferencia entre los hospitales de Laos con los de Tailandia. En el país pobre, la suciedad se podía recoger con cuchara mientras que en el de su país vecino, ni el cuchillo podía rascar una pizca de suciedad del inmaculado centro hospitalario. El trato sanitario en Tailandia fue exquisito y después de un día y medio hospitalizado me dieron el alta. Aunque parecía que estaba bien, me encontraba flojísimo así que decidí quedarme una semana más en Tailandia para comer proteína y acabar mi recuperación. El sitio elegido fue una bonita playa.. 
En estados febriles, cuando tu cuerpo está debilitado por diferentes causas, la soledad acentúa tu incertidumbre. Tu razonamiento se vuelve inmaduro, condicionando tus decisiones. Tu procesador instalado en el cerebro se sobrecalienta analizando incorrectamente los inputs recibidos terminando ofuscando la verdad más objetiva. Soñando temáticas extrañas repetidamente que nublen mis sueños. Las sabanas y cojines se tornan amarillos por las gotas atrapadas en el transparente algodón. Por la mañana tocaba ventilar la habitación de ese olor rancio. Únicamente las largas duchas, junto a los aromas de los geles de baño, me daban momentos placenteros. Las sensaciones percibidas por mi olfato me transportaban en medio de campos de azules lavandas.