Aun recuerdo ese momento cuando
en dos segundos vi el sueño de mi vida, donde la muerte toma apariencia de
precipicio. Un manillar descontrolado, guiado por unas ruedas sin dirección me
empujaban al agujero. La noche no era mi aliada y los leves espasmos de las
estrellas no podían guiar mis ojos. Mi cerebro no pudo captar lo sucedido, no entendía
nada, pero el dolor me abrió mi mente. Gritos maldiciendo mi estupidez inundaron
el silencio de la noche. Colgado por mi pierna derecha, estaba
suspendido en el aire a punto de seguir el mismo camino de la motocicleta.
Todo queda a otro nivel, cuando
te enfrentas a tu fin. Chutes de adrenalina impulsan los glóbulos a sentirte más
vivo. Una euforia momentánea y ficticia te hace olvidar el dolor que
paulatinamente se va enfriando, el
cual en días posteriores te ira recordando que estás vivo. La carne raspada
por el asfalto cuece como si un alien
hubiera vertido un poco de su
sangre en mi piel. Los huesos amansados por el impacto,
parecen olvidar su función. No consigo que mi cuerpo responda, mi cabeza ve
unas sombras de helicópteros que van dando vueltas, hasta que unos franceses
logran salvarme de caer en el precipicio del barranco.
Así es como acabó mi último viaje, jugando sin
tener una buena mano en el juego de la vida. Ahora comienza otra partida,
con nuevas cartas a repartir.
CHINA
La gran potencia, aparece como una luz de sombras que van iluminándose en un gigante escenario
donde ella pone las normas. Lejos
queda de mí esa imagen
que proyecta, allá en nuestro país, el pequeño comercio chino, donde
todo parece fabricado para tener un solo uso. El potencial de este asiático
país es gigantesco, todo está hecho a gran escala y da la impresión que el
empuje de esta gente se nos va a comer si es que aun no lo ha hecho ya.
HONG KONG
El inicio de nuestro viaje
comenzaba en esta gran urbe. El equipo A estaba formado por Varela, alias Almodóvar, el Tala, alias el Rompe
cantos, J.Tomas, alias el Enano, Jordi Cuní, alias Aprendiz a
fotomatón y el Xipi, alias el que no
pierde nada. Íbamos a
dedicar todo este viaje a la práctica de
la escalada en diferentes ubicaciones del sur este de China.
Nada más desembarcar del
aeropuerto pisamos una tierra inconexa, envuelta de mar. Conectada por
largos puentes volados en el vacío mediante hilos de acero, donde sus
sombras proyectan el miedo a
la altura. Al acercarte a la ciudad, te va
sorprendiendo el paisaje que forman grandes
edificios que parecen jugar al juego del mono poli. El tablero de juego parece estar repleto de
rascacielos y a cada lanzamiento de
dados, seguro que te toca caer en alguna casilla donde te espera la visión de un
escaparate o la entrada de un centro comercial. Todo esta iluminado con luz artificial, proyectando el dorado brillo de famosas marcas comerciales
que intentan crear en tu cerebro una imagen de lujo. Quieren hacerte creer por unos momentos que eres un ser superior o al menos diferente.
En poco rato ya estábamos
adaptados a la ciudad, sus medios de transporte son eficaces y rápidamente te
llevan al sitio deseado. Tuvimos la suerte de conocer a Tania, una china, amiga de un amigo común, J.Ferrer, la cual nos enseñó varias partes de
la ciudad y nos hizo el planing de todas las combinaciones que teníamos que
tomar para que nuestro viaje por el interior de China fuera más confortable.
Esto fue fundamental ya que nos escribió todo el documento de forma bilingüe,
en ingles y chino mandarin …. allí estuvo la clave ya que la gente del interior
del país no tiene ni papa del idioma sajón.
Al segundo día en la ciudad,
comenzamos a explorar uno de los sectores de escalada ubicado en la isla de
Hong Kong. Su ubicación nos hacía perder más de una hora en superar un elevado
desnivel mediante el remonte de unas escaleras mecánicas y su posterior
aproximación entre vegetación y estrechos senderos.
Encima de las paredes, los edificios no
parecían tan altos. Se semejaban a colmenas verticales donde se refugian sus
habitantes y donde el metro cuadrado sale carísimo, basándose en el juego de la
oferta y la demanda.
Esta ciudad me recuerda un poco a
Andorra donde no se produce nada pero se vende de todo. El secreto está en la
palabra NO TAXES. Esto implica ahorrarse
el 21 por ciento de impuestos en cualquier compra respecto donde yo habito. Así
que es fácil caer en la tentación de comprar cualquier objeto.
En el metro, en la calle, en los restaurantes
parece que una invasión silenciosa
se ha apoderando de los sentidos de sus habitantes. Los dedos parecen
hablar por sus bocas utilizando el
alfabeto que marcan las pantallas capacitivas de sus artilugios electrónicos. Todo el día están con sus teléfonos móviles
compitiendo por saber quien tiene una pantalla
más grande.
Aquí los taxis son de
color rojo y deambulan en medio de tranvías de dos pisos entre negocios de grandes marcas donde gentes hacen cola en sus aceras para
adquirir ¡Arrival new collection!.
La ciudad parece un pequeño
estado donde las tiendas abandonan las
calles y se instalan en las plantas de los grandes edificios debido al colapso
del terreno. La suciedad parece haber desaparecido como por arte de magia.
Calles limpias, sin residuos a la vista, todo impoluto. Únicamente se ven en las calles, cajas vacías de cartón donde antaño albergaban
multitud de productos ya vendidos.
La chinas suelen ser pequeñas,
pero en las ciudades quieren abandonar momentáneamente esa condición y se convierten en mujeres más altas por unos
instantes, calzándose unos tacones
rompe huesos, intentando mantener el equilibrio de un paso harmónico, elegante
pero nada natural y muy incomodo.
YANGSHUO
La segunda destinación escogida
fue la población de Yangsuho, pueblo ubicado al sur de Guilin, donde sus ríos y
sus montañas dan lugar a una imagen de
postal. Paisaje salido de dibujos manga, donde Arale y Son Goku han visitado en alguna de sus aventuras, dichos parajes.
El lugar en principio prometía muchas expectativas que al final por mi
parte no lograron cumplirse, debido a la masificación que reúne el lugar.
La belleza del paisaje queda un poco descompensada, debido a la gran
cantidad de turistas chinos que invaden diariamente el lugar. Esta multitud de
peregrinos trae consigo un mercado anexo de tiendas, locales comerciales,
bares, gente que vende cualquier cosa, ensombreciendo un poco la magia del
lugar.
Sonidos, voces inconexas llenas
de tonos extraños, signos diferentes,
gestos parecidos pero con
significados diferentes. Así es como se nos aparece China una vez abandonada la
ex colonia británica donde han quedado grabadas muchas costumbres occidentales.
Casualidades de la vida, hicieron
que llegáramos el fin de semana en que había una compe de escalada. Los
sectores estaban indicados con carteles y banderas que hacían que la
aproximación a los sectores fuera más
cómoda. Lástima que el tiempo en los primeros días no fuera nuestro aliado.
Cada mañana al abandonar la
ciudad para acércanos a las paredes, nos íbamos encontrando un paisaje mas
rural, donde los campos semidesnudos ya
habían producido su última cosecha del año.
En los sectores de escalada nos encontrábamos
gente occidental y asiáticos practicando la escalada, así que a veces teníamos que esperarnos o cambiarnos de vía. Muchos de los sectores del
lugar tenían vías tipo gorila. Cantos muy buenos, pero paredes desplomadas que
exigían que los músculos estuvieran
preparados para poder afrontar el esfuerzo. Nosotros estábamos más
acostumbrados a la placa, así que este tipo de escalada no nos era la más
propicia. En dichas vías necesitábamos
ir practicando algunos descansos para poder relajar la tensión acumulada de
nuestros músculos.
Varela, que arrastraba una
contractura de hacía tiempo, se le fue complicándose la cosa, hasta que un buen día
su cuerpo quedó agarrotado. Tenía la espalda y cuello enganchados, razón por la que tuvo que medicarse para apaciguar el dolor. La
dueña del hostal le indicó un lugar, donde un medico le aplicó las técnicas de curación locales.
Agujas, calor, masajes y demás técnicas hicieron que por arte de magia, el
dolor se fuera atenuando y todo volviera a ponerse en su sitio.
Mientras trepábamos y el sol nos
iba avisando del tempo antes de
abandonar el sector. Luego nos dirigíamos a la carretera principal para intentar
parar algún vehículo que nos retornara a
la ciudad. La carretera tenía dos
sectores tipo queso gruyer. Multitud de
agujeros con una profundidad considerable nos destrozaban el cuerpo. Sobre todo
cuando nos montábamos en vehículos de
tres ruedas que carecían de una buena amortiguación. Al llegar al hostal, una buena ducha nos
relajaba y activaba nuestra circulación. Más tarde nos íbamos a cenar y
podíamos ver como se divertían los
turistas chinos. Bares, con salas pequeñas de baile y con paredes de cristal a
base de escaparate, ponían la música a todo trapo para lograr atraer a la
clientela. Al final siempre acabábamos
fumando junto a Jordi un cigarrillo, en
el patio anexo de nuestras habitaciones, acompañado de un trago de vino tinto de
la bota, recuerdo de Tenerife.
GETU. (Guiyang, Anshun)
Camino hacia Getu, nos damos cuenta que muchas
miradas errantes se fijan en nosotros. Ojos de sorpresa, ojos curiosos,
investigan nuestros cuerpos, nuestra piel, nuestra ropa, nuestros redondos
ojos. Somos diferentes en un lugar distinto donde es extraño encajar las diferencias.
El valle del rio Getu, forma un
lugar envuelto de montañas donde la morfología del terreno ha sido caprichosa, formando
cuevas de gran belleza de dimensiones
inimaginables. La falta de conexión de estas gentes con el mundo occidental
hace que la comunicación sea difícil debido al idioma pero su sonrisa en su
rostro y su hospitalidad compensa todos los malentendidos e incomodidades que
se puedan ocasionar.
El lugar, no tiene infraestructura
turística ya que lo poco que se puede encontrar, no reúne muchas condiciones de
higiene. Nuestra decisión al final fue la más adecuada. Nos integramos en la
vida de una pareja de ancianos, los cuales nos cocinaban y atendían nuestras
necesidades. La pareja regentaba un pequeño comercio, con cuatro cosas básicas.
El hombre de la casa nos hablaba en
monosílabos. Bastaba solamente con decir un jaa o joo , y con esos dos tonos
nos comunicábamos. Era simple pero muy eficaz y si no, tocaba practicar el
idioma de los sordos, aunque aquí los gestos traen bastantes confusiones.
En la tienda, los dulces eran de
falsete. Los caramelos debían ser light y los yogures tenían sabor a soja,
menos mal que la coca cola podía enmascarar la ausencia de azucares que me
pedían mis encías.
Las instalaciones del lugar eran
mínimo de tres estrellas, cinco habitaciones a todo lujo, con 3 baños
compartidos. Uno de ellos super lujoso, con el suelo con surco para que el agua
circule y evacue. Ducha con agua a presión atmosférica. Altura del tubo unos
tres metros y agua caliente en modo termostático, o sea, si durante el día sale el sol por la tarde habrá algo de
suerte. Los otros dos lavabos estaban encima de la coralina del cerdo de engorde,
anexado a la cocina y eran de la marca
kaka de luxe.
Fue casualidad pero coincidimos con un grupo de rusos, que
estaban en el lugar para realizar unos saltos base desde diferentes
localizaciones de las montañas más altas del valle. Ver como saltaban de lo
alto de la cueva fue bonito, sobretodo el primer salto donde el piloto del
paracas apuró su abertura más que los
demás.
En el mundo rural la vida no
transcurre siguiendo las normas
inventadas por la electricidad.
Los trenes, buses y tranvías de la ciudad van desplazando a las
gentes a sus puestos de trabajo. Ahora en el campo, al despertarnos con el canto del gallo, todo va a otra velocidad. Esperamos a que las sombras del fondo del valle sean desplazadas por el
sol. Los rayos del astro comienzan a calentar el aire y las gentes comienzan a
gestionar las tareas que precisan los cuidados de animales y plantas. Mientras,
las gallinas, patos, gansos, vacas, cabras van encargándose de las tareas para
limpiar el medio rural.
Los días fueren transcurriendo y
nuestra constancia y dedicación comenzaron a dar resultados. Las largas
sesiones pegados a las paredes hicieron que pudiéramos afrontar con garantías
vías de mayor dificultad. La gran variedad de sectores deparaban tipos
de roca diferente provocándonos que cada
día fuera diferente. Chorreras, bavaresas,
fisuras, desplomes, techos, pulish, gotas de agua, pianos, regletas iban moldeando
nuestra técnica. El dolor no es gratuito y a base de esfuerzo, los músculos, tendones y articulaciones iban templándose hasta que nos daban señales advirtiéndonos que
de vez en cuando debíamos descansar.
Nunca en mi vida había escalado tanto y tan seguido. Eso, al final, comenzó a dar resultados. Por fin conseguí
encadenar dos 6c a vista y probar un 7ª de primero aunque en los pasos claves
me faltó fuerza y bastante fe. Pero eso
era bueno, no me hacía nada meterle un tiento a grados superiores, tengo que
decir que me sentía fuerte de brazos pero a veces estaba falto de motivación y
algo cansado, no sé si era por la acumulación de fatiga o por el tipo de comida
que ingeríamos que parecía no aportar
suficiente punch. A los demás miembros del equipo les pasó lo mismo, el entreno
dio resultados y todos se sintieron satisfechos viendo la mejoría que
provoca la constancia.
Nuestro menú diario fue variado
mientras estuvimos en Hong Kong y en Yangsuho, ya que la numerosa diversidad de
restaurantes nos ofrecía infinidad de
platos. Pero todo cambió en Getu. Nuestro menú de desayuno y cena era el mismo.
Un bol de fideos acompañados de diversos cuencos de huevo, carne de cerdo, brotes de soja, verduras, tofu, ajo y
cebollino. La comida era buena y uno se acostumbra, pero el cuerpo nos pedía un extra. Así que un día decidimos hacer
una barbacoa. Para dicho acontecimiento compramos costillas de cerdo, setas,
oreja de cerdo, huevos y patatas. Por la noche, cenamos junto una pareja de escaladores franceses y
la pareja de ancianos que regentaba el local. El menú consistió en tortilla de patatas, carne de porcino a la brasa, salteado de
boletus y oreja……. un verdadero manjar,
todo esto regado con cerveza de arroz y
un licor que nos ofreció el hombre de los monosilabos.
De los tres lugares de China
donde hemos escalado, sin dudarlo el mejor ha sido Getu. El lugar a parte de la
variedad de sus sectores tiene una ubicación
aislada donde aprecias la esencia de la
China rural, donde su evolución nada tiene que ver con las grandes ciudades,
donde la vida se mueve cada vez más a
nuestro modo mas occidental.
Una vez de vuelta en Hong Kong
solo quedaba quemar los dos días antes de que el grupo se separara, yo me iría
a Tailandia para hacer submarinismo y alguna sesión de playa mientras los demás
volverían a Catalunya. Pero todo pudo cambiar por un embrujo salido de la
melena de una filipina.
Era de noche y junto con los dos
Jordis comenzamos a cenar. El lugar era el típico bar local, atiborrado de
gente local, con el suelo multicapa
color roña. Techo de chapa reciclada, cocina a la vista, donde los woks estaban que ardían y las multitudes de ollas
sudaban vapores. El cocinero con el pecho descubierto se movía con un leve
brillo en el rostro. La luz era amarillenta, dando un tipo de color a quemarropa
que hace que todo parezca mugriento. En el rincón del local, una pantalla de TV estaba
emitiendo en directo, carreras de
caballos. Chinos, con sus boletos en mano descubren al acto que sus apuestas
han quedado reducidas a simple papel. Sueños rotos por medio cuerpo equino. Mientras,
nosotros comentamos todo lo que ha
pasado en el viaje. La boca se seca y comenzamos a hidratarnos con cervezas. El líquido
comienza a deshinibirnos y comenzamos a encontrarnos a gustito, tanto es así que el
bar se queda vacio. Solo queda el vigilante el cual no nos presta mucha
atención ya que cada vez que se acerca parece que le acompaña un suave perfume de marihuana en sus labios.
Un inciso….. en Getu la cerveza
que bebíamos tenía solo 1,5 grados de alcohol y nos habituamos a ella,
ingiriendo cada noche al menos un par de litros. Pero en Hong Kong, las
botellas de 600cc ya no eran de 1,5 sino de 5,4 grados. Eso fue un factor que mi cuerpo no estaba
habituado. Al levantarme de la silla para ir al lavabo comencé a experimentar que la fuerza de la gravedad
venia de costado, sintiendo una fuerza centrifuga que quería hacerme caer. Tuve que hacer equilibrios, como el mecanismo de una balanza. Mis ojos
brillaban sin luz y me sentía tocado. Yo me quería ir a dormir para dejar apaciguar mi cabeza, pero los dos Jordi estaban animados y no me querían dejar
marchar. Aquí no tuve más remedio que realizar la técnica del Xipi. Comencé a
ingerir grandes cantidades de sándwich de atún en las puertas de los seven
eleven, a ver, si así conseguía bajar la intensidad de la fuerza G.
Al final nos liamos, cruzamos la bahía de Isla Victoria y nos pusimos en HK city. Al
bajar del taxi, yo me quería morir. Remolinos y helicópteros unidos a mareos
volteaban en mi cabeza como los
satélites a Saturno. Mientras, los Jordi se hicieron colegas de dos franceses
que por la patilla nos invitaron a una botella Mackalagan de 12 años. Todo lo
que pasó esa noche fue un poco surrealista, supongo que tal como íbamos, las
cosas salen solas. Mientras, yo me anclé
en la farola del seven eleven comiendo sándwich y bebidas isotónicas hasta
que J.Tomas me llevó dentro de la disco.
La música y algunas gotas del Mackalagan parecieron sentarme bien. La música
era en directo y dos grupos filipinos tocaban temas a nivel profesional. Sin
darme cuenta estaba bailando con una asiática pero me sentía fuera de lugar. Parecía
como si mi alma no quisiera seguir a mi cuerpo, parecía encontrarme en otra
dimensión.
Sin percatarme de nada, al cabo
de varias horas, sin darme cuenta, estaba en el borde de una acera con la
filipina.
Estaba desubicado, intentando saber lo que pasaba. Mi sorpresa fue
ver que eran las 7 de la mañana. Pequeños rayos de luz intentaban colarse entre
los espacios de los rascacielos. Con algunos lapsos que no recuerdo muy bien,
nos reímos y lo siguiente que recuerdo es que estaba subido al tranvía de dos
pisos que circulaba por la Isla. La
morena me iba enseñando la ciudad dando precisas explicaciones. Me cogía de la
mano y me protegía en los pasos de cebra de algún loco automóvil con prisas.
Sin darme cuenta estábamos en uno de los embarcaderos, viendo la salida del sol
y conversando de no sé qué. Parecía una escena sacada de la película los lunes
al sol. Todo pasaba a cámara lenta, el metabolismo del alcohol mejoraba la fluidez
de mi ingles pero el efecto hangover comenzaba a secarme la lengua y la piel…
que os voy a contar. Al final y sin dar más datos de lo que paso después,
llegué al hotel, a esos de la 13 o 14 horas. Tuve problemas para localizar la habitación,
al final encontré nuestra humilde y estrecha morada donde Varela estaba en fase
REM y J.Tomas estaba fase Toilet. Fue tocar las sabanas y las compuertas de mis
ojos echaron el cierre. El día paso muy rápido pero todo parecía ir a cámara
lenta, así es el efecto que produce el aturdimiento de los azucares alcohólanos.
La mañana siguiente toco sesión de compras y el grupo se disolvió como una
bomba de humo. Ellos se iban de vuelta
para Lleida y a mí me quedaban aun 12 días.
Mientras, yo había quedado con Lyn, así se llamaba la filipina,
pero tonto de mi, llegué tarde y creí
confundirme de lugar. Me supo mal y maldecía mi equivocación pero no podía
hacer nada, así que me subí al tranvía y me fui a otro lugar donde ella podía
estar. No la encontré, así que tocaba esperarse hacia entrada la noche. Después
de cenar, me dirigí hacia el local Amazonia y allí entre multitud de gente, la
vi bailando. Juntos, disfrutamos del resto de la noche y parte del día
siguiente hasta que los letreros luminosos del aeropuerto indicaban que tenía
que embarcar rumbo a Bk. Así me despedí de ella, como la luz de una vela que
intenta sobrevivir en su último aliento, robándole un poco más de tiempo
mediante una sucesión de espasmos del
liquido elemento. Los días siguientes tocaba sesiones de playa, buceo y más,
pero eso es otra historia que ahora no me apetece contar.
Arroz, soja
Te sin galletas
Bol y palillos
farolillos rojos
Pincel, tinta
sillas liliputienses
Gansos y patos
falsos dulces
Pólvora…… y pim pam pum